Si eres joven, feminista y con poca memoria, te encantará saber quién ha sido la Colita.
Coincidí con ella por última vez en los premios de la Asociación de Mujeres Periodistas de Cataluña (ADPC), a los que había asistido para aplaudir su amiga Maruja Torres, que recibía el premio Margarita Rivière al rigor periodístico con visión de género. Las acompañaba la amiga de ambas, la también fotógrafa Pilar Aymerich, que hace unos años mereció igualmente este galardón. Viéndolas las tres juntas –con el espíritu de Margarita Rivière sobrevolándolas– tuve la sensación de tener enfrente una parte importante de nuestra historia, que muchas mujeres de mi edad sabemos valorar pero que la juventud, con el su adamismo desatado, desconoce.
Entonces, el día de Fin de Año, Colita (Isabel Steva) nos dejó. Ya no volveremos a oír su voz sonora, ni a gozar de su humor irónico, afilado. Por suerte nos deja un montón de fotografías, toda una carrera consagrada en captar con su cámara la magia del instante: de Carmen Amaya a García Márquez, de Ocaña a Serrat. Integrante de la Gauche Divine, fue testigo privilegiada de la Transición, de la Nova Cançó y de una Barcelona que, por bien o por mal, ya no existe. Me gusta recordar que cuando le otorgaron el Premio Nacional de fotografía –merecidísimo– lo rechazó porque el entonces ministro del ramo era poco cultural.
Ella y sus compañeras de generación son las herederas directas de las mujeres de la Segunda República. Son ellas las que, tras el largo franquismo, reanudaron la conquista de los derechos de las mujeres que aquéllas habían iniciado. Durante los años setenta y ochenta, ellas salieron a las calles para reconstruir el puente dinamitado por una dictadura machista hasta el tuétano. Ellas se manifestaron en favor del divorcio y reclamaron la despenalización de los anticonceptivos y del aborto. Ellas defendieron a María Ángeles Muñoz, una obrera acusada de adulterio por su marido por conseguir la custodia de su hija. Y ellas expulsaron a las monjas crueles de la cárcel de mujeres de la Trinidad. Son ellas las que cambiaron las leyes. A ellas les debemos, pues, lo que ahora somos. Algunas de las emblemáticas fotografías de esas luchas pueden verse hasta febrero en la Galería RocioSantaCruz, frente al antiguo Hotel Ritz, en la muestra Los "vintage" de Pilar Aymerich. Incluso verá una tierna Maruja Torres con un rótulo que dice “Yo también soy adúltera”.
A finales de los setenta, Colita fue también directora del departamento de fotografía de la revista Vindicación feminista y publicó, junto con Maria Aurèlia Capmany, el libro Antifemina, que hace un par de años el Ayuntamiento de Barcelona recuperó. Recuerdo la presentación que tuvo lugar en el Saló de Cent y sus palabras sin herraduras. Si eres joven, feminista y con poca memoria, te recomiendo que busques en Google los nombres que he citado: ya no podrás olvidarlos. Es gracias a ellas ya sus coetáneas que aquí las mujeres vivimos bastante mejor que nuestras iguales de Arabia, Irán o Afganistán.