Historia de esta foto de Instagram

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Una botella de vino en una imagen de recurso.

El gastrónomo Rafa Puigdendoles se quita las gafas y se las ajusta a la cabeza, como si fueran de sol, para leer la invitación. Con la mirada alabeada y esperanzada observa en qué mesa la han colocado. Enrojece de rabia cuando ve que no está en la principal, en la de los foodies veteranos. Lo han puesto con todo deinfluencers escuálidos, de esos que hacen tiktoks y vídeos divertidos sobre vinos de menos de diez euros. ¿Le han puesto en la mesa de los sin colesterol?

Se sienta, hierático. Con los veteranos (todos llenos de triglicéridos) está Maria Assumpta Brou, de la sección Cómeme de su diario rival, y José Carlos de la Mirabolina, que hace el podcast El beber no ocupa lugar. Los camareros, claro, corren hacia ellos y les preguntan primero si quieren quedarse las chapas del cava y después si querrán decir unas palabras. “Y tú, ¿quién eres?”, le pregunta la chica delgada que se sienta a su lado. Rafa Puigdendoles, ofendido, observa si la copa que le han puesto está suficientemente limpia. Nada le gustaría más que dar una lección a alguien. Empieza a beber vino.

Queja una de las croquetas y, enseguida, le hace una foto a la otra. Un primer plano, porque sin querer ha manchado el mantel cuando mojaba pan. ¡Uy! Le ha quedado borrosa. Hará otra, aún más cerca. Se aplica a colgarla en su Instagram antes de que alguno de estos figatoves le copie el plan. Así, calla, que las ha colgado las tres. Da igual. Más variedad.

Esta es la explicación por la que, hoy, en el Instagram de Puigdendoles hay tres fotos borrosas, incomprensibles, donde el primer plano de una hoja de perejil, por efecto del objetivo, parece una planta de oficina. El filtro de color tropical hace que la tostada de pan se vea vulcanizada y la hoja de rúcula parezca un gusano de dibujos animados. Eso sí, debajo hay doce hashtags. Wineporn, Imthefoodie, Jesuislesomm y Lovingfood, entre otros.

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