Hombres a la guerra II

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No lo hemos hablado antes porque nos pensábamos que no habría ningún otro naufragio como los de antes, ni ninguna otra guerra como las de antes. No hemos pensado que quizás había que revisar aquello de “los niños y las mujeres primero”, porque nos hemos imaginado que no habría ningún otro Titanic, ni tampoco aquello de “solo los hombres van a la guerra”, porque no nos imaginábamos una guerra cuerpo a cuerpo, como las de antes. Está claro que la igualdad no se logra compartiendo injusticia, pero está claro, también, que con una guerra como esta, con hombres que llevan a las mujeres de la familia (porque las quieren) a la frontera y después regresan al frente, puede que a morir, obligados, tenemos que dejar de decir algunas cosas.

No podemos decir que las mujeres “están silenciadas” en esta guerra, porque lo que es normal es que se dé voz, antes que nada, a los que luchan, que en este caso son los hombres. Los hombres ucranianos, todos, a la fuerza, están en el frente. La mayoría, carne de cañón, morirán chafados por el ejército de Putin. Lo sabemos. Sabemos que la mayoría de refugiadas acabarán viudas o huérfanas. Hablar de “testosterona”, de manera peyorativa, en una guerra en la que se va por obligación me parece infantil, egocéntrico y tétrico.

Alguien se tiene que hacer cargo de los niños, de los enfermos, de los viejos. La elección es en función de la fuerza física, y lo encuentro muy lógico. Yo no tengo tanta fuerza como la mayoría de hombres. Tenemos muchas luchas, muchas cosas pendientes como mujeres, pero me parece que no somos las protagonistas de la guerra de Ucrania, ni las víctimas principales. Me parece terrible la distinción entre “civil” y “militar”, como si a los militares –insisto: obligados– se los pudiera matar tranquilamente. Podemos hablar de machismo, y no dudo que entre los hombres ucranianos los hay machistas, asesinos de mujeres, poco sensibles. Pero también se merecen un reconocimiento, como hombres, porque muchos de ellos morirán y lo saben.

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