La IA necesita otros trabajadores
He leído en varios medios que Amazon planea despedir a 1.200 empleados en sus oficinas de Madrid y Barcelona. Y que Google, Microsoft, Meta… van por el mismo camino. Se esgrime "una corrección del sector tecnológico" tras el boom de la pandemia. Como si el mundo digital hubiera desinflado. ¿De verdad?
Echemos un vistazo a las cifras. Alphabet (Google) ha pasado de facturar 182.000 millones de dólares en el 2020 a más de 350.000 en el 2024. Microsoft, de 143.000 a 245.000. Meta, de 86.000 a 164.000. Amazon, de 386.000 a 638.000. Y los beneficios, al igual: todos han crecido. Hubo algún pequeño bache en el 2022 o el 2023, sí, pero menor. En conjunto, todas ellas ganan el doble o el triple que antes de la cóvido.
Entonces, ¿por qué despiden? La explicación es otra. No es un ajuste por crisis, es una reconversión. La inteligencia artificial ha entrado en escena y está reordenando todo. El capital, las prioridades, los equipos.
Durante la pandemia, estas empresas contrataron a miles de personas. Había que aprovechar la explosión digital de un mundo confinado. Pero aquellos proyectos ya no crecen –el software clásico, el hardware, ciertas divisiones publicitarias…– Lo que ahora ha estallado es la IA, la computación en la nube, los algoritmos y el desarrollo masivo de aplicaciones. No es una crisis, es una mudanza. Una reconversión industrial, como las que vivieron las minas o los astilleros hace décadas.
Dicho de otro modo: la primera ola de despidos que provoca la IA no la provoca la IA, sino la gente necesaria para trabajar en ella. Se sueltan maquinistas para cambiar de tren.
Recuerdo cuando empecé a trabajar. En mi departamento de marketing existía un solo ordenador. Uno. Hacíamos turnos para poder utilizarlo y teníamos que reservar hora para imprimir los tarifarios. Las tres secretarias del equipo iban de bulto, entre llamadas, correos en papel y faxes que sonaban sin cesar. Cuatro años después, todos teníamos ordenador. Ya no había tres secretarias, sólo una. Pero las otras dos no estaban en la calle: las formaron en informática y se dedicaban a entrenar la red de ventas para digitalizar el envío de pedidos.
Esto mismo está ocurriendo ahora. Toda reconversión industrial tiene un precio. Pero también una promesa. Joseph Schumpeter lo llamó "destrucción creativa". La antigua estructura se derrumba para que otra pueda levantarse.
Pero no es la IA sustituyendo a las personas –todavía; esto vendrá más adelante–, sino la necesidad de personas distintas para desarrollar la IA, que obligará a recolocar y reconvertir a millones de personas.