La ideología del 'ni-ni'

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El fin del macronismo

El presidente Macron ha vuelto a marcarse un Sánchez, después de copiar al presidente español con una convocatoria electoral inesperada y aparentemente a contracorriente; ahora, habiendo visto que su apuesta no le ha salido exactamente como soñaba, se apunta al recurso de la carta a la ciudadanía como forma de comunicación directa con el personal en momentos de melancolía. ¿Debemos deducir que es un indicio de cuestionamiento de los mecanismos habituales de intermediación, empezando por la prensa escrita?

El texto de Macron es una expresión más del discurso de moda de los poderes convencionales: el ni-ni, ni la extrema derecha ni la extrema izquierda. El caso francés es muy ilustrativo: el Reagrupamiento Nacional llegó primero a la primera vuelta de las elecciones surgidas de las fantasías estratégicas de Macron, y frente a las vacilaciones de los responsables de las derechas convencionales, los ciudadanos se movilizaron masivamente para que la extrema derecha no llegara a gobernar. Como respuesta, inmediatamente saltó la consigna, ni la extrema derecha –que no tenía posibilidad alguna– ni la extrema izquierda, que formaba parte del bloque ganador. Y Macron ha decidido entretener el balón con una carta a los ciudadanos llena de malabarismos.

Un eufemismo: “existe en el país una necesidad de expresión democrática”, en lugar de decir que ha habido una movilización electoral masiva en favor de la democracia. Y no es un detalle sino una manera de enfocar la realidad barriendo hacia casa.

Una constatación: “Aunque la extrema derecha llegara primera en la primera, en la segunda vuelta habéis rechazado claramente que gobierne”.

Una conclusión: “Nadie ha ganado”. ¿Habría dicho lo mismo si en la segunda vuelta, en vez de llegar primero el Nuevo Frente Popular, la victoria hubiera sido parea la coalición macronista Ensemble?

¿Solución? Él, "como garante de una nueva cultura política". Triste consuelo cuando ha recibido una advertencia ciudadana de gran calado. Macron apela a "una nueva cultura". Y se instala en la más vieja: ni-ni, que siempre se hace consigna cuando existe el peligro de que la izquierda gobierne. Leyendo los resultados y la movilización popular parecería evidente que toca un gobierno liderado por una figura de la izquierda, del viejo espacio socialista, en coalición con sectores del macronismo. Pero el presidente aún no ha entendido la enmienda que la ciudadanía le ha enviado: menos elitismo, menos disfraz tecnocrático y más sensibilidad. Y quiere minimizar el impacto de la reacción popular. Los desistimientos han evitado el descalabro, y eso es lo que tocaría premiar ahora para completar el proceso popular contra la amenaza neofascista. La carta de Macron quiere allanar el camino y en realidad es un ejercicio de impotencia, de resistencia a reconocer la realidad.

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