Elon Musk observa al Capitolio ayer lunes en la toma de posesión de Donald Trump como presidente de EEUU.
21/01/2025
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¿Es fascista el saludo de Elon Musk? ¿Llevan un gusano muerto dentro las botellas de tequila Gusano Rojo? Responda primero a la segunda pregunta. No es solo que ese saludo al público con el brazo alzado y con rictus solemne de malo de opereta sea evidentemente una provocación fascistoide (si alguien como Musk no quiere ser confundido con según quien, ya se preocupará de no jugar a las ambigüedades), sino que también lo son sus proclamas públicas de xenofobia, así como sus simpatías políticas europeas: AfD en Alemania, Reform UK en Reino Unido, Vox en España (en Catalunya, sin embargo, Aliança Catalana se apresuró a publicar en redes su aplauso a Trump).

Ahora bien, que Musk se rodee de declaraciones y parafernalia neonazi no significa exactamente que su perfil encaje con el de un neonazi arquetípico. Ni su perfil ni el de muchos de sus compañeros de viaje: Javier Milei o Alice Weidel, por ejemplo. O el propio Trump. Todo en la toma de posesión trumpiana tuvo el aire de una coronación imperial reflejada en un espejo grotesco. Como un cruce afiebrado entre Leni Riefenstahl y John Waters. En cualquier caso, todo allí (la puesta en escena, los vestidos, los invitados, los discursos, la música, los bailes, cualquier gesto que se hiciera de cara al público) remitía deliberadamente a un arsenal de imágenes que todos tenemos en la memoria más o menos consciente, y los mensajes que se transmitían eran de una claridad percusiva: alegraos, porque ha llegado un gran líder, un mesías, un emperador, un gran hermano que, si os lleváis bien con él, será simpático y condescendiente con vosotros. En su reino literalmente todo es posible, y para que lo entendáis aquí tenéis a los Village People actuando en directo, pocos años después de que dijeran que nunca autorizarían al Partido Republicano, y en particular a Donald Trump, a usar un tema suyo en los mítines.

Trump puede ser homófobo y al mismo tiempo mover el culo al ritmo de un viejo himno gay porque en las contradicciones flagrantes, y aún mejor en el nonsense, en lo absurdo y en la inconsecuencia, es donde se mueve más a gusto el neofascismo emergente del siglo XXI. Las palabras por fin ya no significan nada; los gestos y las imágenes tampoco. El núcleo de poder de la neoideología no es solo las armas y los ejércitos, sino sobre todo, y más que nunca, el dinero. Es el dinero la razón de ser de todo, es lo que permite que Alice Weidel, al tiempo que lidera una fuerza ultraderechista como AfD, sea lesbiana y tilde a Hitler de comunista. La filosofía es: las cosas no son como son, sino como nosotros decimos que son. Y lo decimos porque podemos permitírnoslo.

Elon Musk solo tiene más dinero y más capacidad de crearlo que España, por poner un ejemplo. Además de él, todos los dueños de las redes sociales, las criptomonedas, la (des)información y el (des)conocimiento globales estaban presentes en la estrafalaria coronación de Trump. Son conscientes de que les ha llegado la hora. En todo el mundo, ratas y ratones de todo pelaje y condición corren también a poner la sonrisa. Dicen, por supuesto, que lo hacen animados por el patriotismo.

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