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Un frame del vídeo 'Strip in trip', de Donald Trump en Gaza
02/03/2025
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"Gracias, Dios, por el presidente Trump". El ministro de Urbanismo estadounidense abrió así la primera reunión del nuevo gobierno con música de acompañamiento de toda la tropa. Si fuese creyente me parecería una blasfemia. En cualquier caso, es una miserable declaración en honor a un personaje que se cree con derecho a todo. Ha llegado al poder de la mano de Dios: es intocable. Y quien se atreva a cuestionarlo quedará señalado eternamente. En el país más avanzado en términos de desarrollo económico y tecnológico, presunta vanguardia de la humanidad, todavía es posible tratar a los ciudadanos como criaturas y apelar a la mística de un ente superior para someterlos a los caprichos de quienes se sienten dueños del mundo.

En estos momentos de la historia de la humanidad, incluso en las sociedades más avanzadas se sigue intentando atrapar a la gente con apelaciones impropias de cualquier idea de convivencia civilizada. Tengo el apoyo de Dios, que me da el derecho a hacer lo que me dé la gana. Mi acción está por encima del escrutinio de la mayoría. Son las payasadas de este personaje que la tecnocasta nos ha llevado al poder de la primera potencia imperial, que apela a la legitimidad teológica precisamente para proclamar su derecho a la absoluta impunidad. Un retroceso que lo sitúa de lleno en el retablo de las figuras del autoritarismo más delirante: el poder absoluto, por encargo de Dios. Es decir, inabarcable al escrutinio humano.

Nos lo podemos tomar por la vía sarcástica, pero no podemos rehuir la evidencia de su poder contaminante, que trae espectáculos que deberían avergonzarnos a todos. La respuesta de Trump a la destrucción de Gaza por parte del ejército israelí es otra expresión del delirio en el que habita. Estos días circula impunemente un vídeo que, por mucho que esté hecho con IA, es la culminación de la indecencia. Gaza convertida en el paraíso del trumpismo, escenario de la más vergonzosa frivolidad de los horteras de la riqueza. Con Trump y Netanyahu felices tomando el sol en la playa y Musk haciendo su habitual exhibición de infantilismo autoritario. Es tan indecoroso que podría pensarse que es un vídeo hecho como escarnio para ridiculizar al personaje. Pues no, es Trump quien lo ha promocionado. En esa inconsciencia reside la esperanza: un personaje que publicita su indecencia y hace el trabajo de sus adversarios levantando acta de la radical insensibilidad de una mentalidad abrazada por la soberbia de quien se cree omnipotente.

El último episodio, la bronca a Zelenski, lo sitúa ya definitivamente fuera de todo límite. Afortunadamente, Trump no deja de inyectarnos vacunas que nos protegen del riesgo de acabar encontrando normal su patético exhibicionismo. Pero tengámoslo presente, Trump caerá y los que lo están utilizando seguirán. Mirando al presidente, no perdamos a sus promotores de vista. Ellos son quienes marcan el paso.

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