Independentistas en busca de partido

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Una estelada ondeando / ACN

Hay un independentismo esencial, el “básico”, diríamos en términos comerciales, que no ve otra forma de alcanzar su primer principio, un Estado libre y soberano, que en la confrontación política con España. Con el precedente histórico de Estat Català (1922) —como del primer Sinn Féin que le inspiró (1917), independence first— han asumido pactismos tácticos y han transitado por diferentes partidos a lo largo de la historia, pero se han ido decepcionando. última gran recalada de este independentismo errabundo, esbozar un programa de mínimos, y define muy bien que están en un no ser tanto no ser, que defienden la rotunda negatividad del no votar. No lo tenían fácil -la amenaza del fascismo- y no han ganado, pero tampoco han perdido al expedirse la fe de vida. Están y no se detendrán en el ir siendo e ir siendo más cuantos más acuerdos entre independentistas y PSOE, en el palacio de la Generalitat o en Bruselas, se vayan incumpliendo, porque el PSOE es un partido y es el gobierno de Madrid , pero no controla suficientemente el Estado. Incrementarán share cuanto más se asiente en Junts el pactismo institucional y la demora del independentismo por falta de condiciones, como razona con potencia política el president Mas, también desde estas páginas, con el incontestable aval de haber sido él quien va activar la causa desde la hasta entonces inédita perspectiva institucional.

Antes de dar más pasos, mirarán con lupa qué hace Junts, y los movimientos del presidente Puigdemont en particular, con la carta envenenada del siete y medio o del blackjack que las urnas que no han visitado han puesto sobre el tapete del juego político de Les Corts. Por ahora, es en JxCat y sus alrededores donde viven la mayoría de los independentistas partidarios del embate, y contra los abstencionistas pueden esgrimir el argumento de peso que gracias a votar, ahora tienen la sartén española por el mango. Si dejan caer a Pedro Sánchez, los independentistas en busca de partido volverán a confiar en Junts; si no, Puigdemont superará a Junqueras en el ranking de traidores que los suyos trolls han ido poniendo en la lista negra del maccarthismo de la cebolla.

Se alinean también en estas filas patriotas químicamente puras, abalanzadas varias de las redes, conversos que se han hecho dogmáticos de la nueva identidad y un colectivo xenófobo y no sé siquiera antiespañol que procatalán, que se define a la contra más que en la autoafirmación. Al margen de estas piezas, el sector independentista en busca de partido tiene cabezas muy bien amuebladas, con historiales de lucha en algunos casos pasados ​​por la criba heroica de la tortura, con experiencia en la calle, en las instituciones... Y también toda una trayectoria y un grueso de intelectuales orgánicos y de opinión pública que hacen que percibirlos como una anécdota o como un grupo de alocados tenga demasiado margen de voluntarioso error.

No sé si “En Flandes se ha puesto el sol” y lo de “¿Casarías con hombre de España?/ ¡Calla!... padre podría escuchar./ Cállome entonces”, de Eduard Marquina a tempo de Semana Trágica, pero seguro que en Waterloo medirán con pies de rey cómo administran las presiones de los adversarios... Y quizás aún más, las de la familia —en sentidos contrarios en este caso sin armonía filosófica posible ni el equilibrio mecánico del par de fuerzas de signo nacional opuesto— que critica la amnistía desde el pollo o desde la estrella. el mayor número de corrientes del independentismo, también las del embate. A partir de la escisión del Reagrupament, a aquel proyecto de una especie de PSUC del soberanismo, de partido contenedor, se le abrió un boquete y en estos momentos empieza a hacer higo. Hoy, ni sus dos máximos inspiradores, Àngel Colom y Josep Lluís Carod-Rovira, están en el partido, que ha ido sufriendo una sangría de liderazgos que ha terminado en las grandes hemorragias de voto de las dos últimas elecciones: las municipales, donde perdieron bueyes y cencerros y Lleida y Tarragona, y las del pasado julio. Están pagando precisamente no sé si el exceso de pactismo en relación a un relajamiento de la crítica al Estado, leído por los disidentes como servilismo, o un enorme déficit al saber explicar lo bien que han hecho en el país no poniendo a la Generalitat en crisis, sobreviviendo a la agresión del 155, y administrando cotidianidades siempre menos llamativas que las grandes ideas y la épica del Primero de Octubre.

Los independentistas en busca de partido ya tienen siquiera un nombre precongresual: el cuarto espacio o la lista cívica. Si lo consolidan, es posible que no sean muchos, pero pueden ser suficientes para ser tan decisivos en Catalunya como decisivos están en Madrid los de los carnets que ellos habrán roto.

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