¿Sabéis lo que me preocupa de la revolución de la inteligencia artificial? Que estamos repitiendo los mismos errores de siempre. Y lo digo mientras leo los resultados de un estudio que muestra cómo las mujeres adoptan a un ritmo significativamente más lento que los hombres las herramientas de IA generativa como ChatGPT, que es la herramienta más conocida.
Para comparar cómo las mujeres y los hombres utilizan herramientas de IA generativa, unos investigadores de Harvard analizaron dieciocho estudios que involucraban conjuntamente a más de 140.000 trabajadores y estudiantes universitarios, de países como Estados Unidos, Suecia, México, China y Marruecos. En concreto, los resultados mostraron que las mujeres adoptan las herramientas de IA un 25% menos que los hombres, de media.
El problema no está solo en la disponibilidad tecnológica, sino en factores más profundos relacionados con la percepción social y las barreras culturales. La investigación sugiere que muchas mujeres evitan utilizar estas herramientas por miedo a ser juzgadas como "tramposas" o de cuestionar su competencia profesional. Este miedo no sale de la nada, dado que las mujeres suelen encontrarse obstáculos para demostrar su experiencia en muchos ámbitos laborales. El miedo a que el uso de IA sea percibido como una falta de capacidad propia refleja los dobles estándares a los que se enfrentan las mujeres en el mundo profesional.
Si esa brecha persiste, las consecuencias podrían ser un problema para la igualdad laboral –reflexionan los investigadores–. Las mujeres que no adopten estas herramientas de productividad podrían quedarse atrás en el desarrollo de competencias digitales esenciales. De esta forma, se ampliaría aún más la brecha salarial y se limitarían sus oportunidades de promoción profesional.
Pero el problema va más allá del impacto individual. Si las mujeres no participan activamente en la evolución de la IA, estos sistemas se desarrollarán con una perspectiva parcial, que potencialmente reforzará estereotipos de género e ignorará las necesidades específicas de la mitad de la población. La IA generativa mejora a medida que adquiere nueva información, es decir, a medida que la utilizamos.
La solución no pasa solo por garantizar el acceso igualitario a la tecnología, sino por crear entornos laborales psicológicamente seguros donde la experimentación con IA sea no solo aceptada, sino activamente alentada para todos. Hay que asumir un papel proactivo, ofreciendo formación específica y normalizando el uso de estas herramientas.
Es necesario también un cambio cultural más amplio que cuestione los estereotipos sobre competencia y dependencia tecnológica. En un mundo en el que imagino que la IA será omnipresente, la capacidad de utilizarla eficazmente no debería ser vista como una debilidad, sino como una habilidad fundamental.
La brecha digital de género en la IA no es inevitable. Con políticas adecuadas y un compromiso real con la igualdad, podemos asegurar que los beneficios de la revolución tecnológica lleguen a todos por igual. Porque, al final, si la IA solo aprende mayoritariamente de los hombres, no será tan inteligente, ¿no?