El sábado hubo una manifestación de maestros y profesores y, entre otras reivindicaciones, pedían "reducir la burocracia y eliminar tareas innecesarias". En las manifestaciones de la Revuelta Campesina también se quejaban de tener que pasarse la tarde rellenando papeles. Este viernes cené con un alcalde de pueblo rural, de esos que al día siguiente tenían un encuentro colectivo con el president Illa en Món Sant Benet, y me decía que la burocracia los aplasta, que los trámites administrativos para decidir cualquier cosa se alargan un tiempo desesperante, sobre todo si, como era el caso, llevan ocho años sin un secretario del ayuntamiento. Las pequeñas y medianas empresas afirman que la administración ya tiene el 70% de la documentación que les exigen para hacer un trámite. ¿Abrimos el melón de las demoras de más de un año para recibir las subvenciones para la instalación de una placa solar?
De acuerdo: allí donde se trabaja con recursos públicos, es necesaria una garantía de funcionamiento que evite arbitrariedades. Pero no todo es garantismo. Hay mucha inoperancia. Se han ido creando colas larguísimas, frente a las más diversas ventanillas para hacer gestiones que la digitalización debería llevar adelante sin problemas, tal y como demuestra la velocidad a la que trabaja la inteligencia artificial.
Cuando colectivos tan diferentes como maestros o campesinos (y en este paréntesis poned vuestro caso) tropiezan con la misma piedra de la lentitud burocrática es que las administraciones gozan de un privilegio, que nadie les ha concedido, de disponer del tiempo y del dinero de la gente como si les importaran un rábano. En vez de que la administración trabaje para nosotros, nosotros trabajamos para la administración.