Los tiempos no permiten menospreciar que dos actores de la vida pública defiendan el diálogo y critiquen la polarización, que es lo que concluyeron ayer el presidente de los obispos españoles, Luis Argüello, y el presidente Salvador Illa en un acto en Madrid. Pero Argüello se lució: "Me hago una fotografía con Isla donde hace unos meses me la hice con [Santiago] Abascal y no me avergüenzo de ninguna de las dos". Hombre, muy amable.
¿Se puede saber por qué debería avergonzarse de hacerse una fotografía con Isla? ¿Porque es socialista y los socialistas son amigos de Hamás, la kale borroka, Maduro y Puigdemont? ¿O porqué fue ministro del pérfido Sánchez?
La vida política española está enferma de odio, y el jefe de los obispos españoles se ha intoxicado con la propaganda de su propia emisora de radio (ejemplo de manual de polarización desde hace más de treinta años). Por eso, cuando ve a un socialista catalán –por mucho que sea exministro español, no cuestione la unidad de España y sea partidario de la autonomía bien entendida– cree que es el reverso de la moneda de Abascal, el aliado de Trump en España.
Cuando el caso Cerdán puso a Sánchez al límite del KO, Argüello se alineó con el PP y Vox y pidió elecciones anticipadas (demanda que el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, no compartió y criticó), y una foto como la de ayer con un socialista le convenía para centrarse. Y éste es el presidente de la Conferencia Episcopal. Nada nuevo: hace ya años que sabemos que los obispos españoles son más españoles que obispos. Y por eso cuando encuentran uno catalanohablante lo envían a las misiones de Catalunya.