La familia Pujol, a juicio

De legados y herencias

Silvia Orriols en el Parlament, en una foto de archivo.
25/11/2025
Escriptor
2 min

Juntos, el partido ideológicamente heredero de la extinguida Convergència, se encuentra en una tesitura poco pujolista: compitiendo por el discurso antiinmigración con un partido de extrema derecha que le come el electorado a encuestas y barómetros. Pujol, como ideólogo y como presidente, supo no caer en la trampa, tan golosa, de culpar a los inmigrantes de los males del país: se aferró a Candel como un clavo al rojo vivo y ofreció un discurso de acogida, de integración, de suma de esfuerzos. "Es catalán quien vive y trabaja en Cataluña", "Somos 6 millones", "Catalunya, un solo pueblo", etc. La apelación a la unidad, a la ciudadanía como fuente esencial de derechos tanto para los arraigados como para los recién llegados, es uno de los méritos políticos que no deben negarse a quien sin duda fue un personaje clave en la construcción de la Catalunya actual.

¿El huevo del supremacismo, de la xenofobia, del racismo, se incubaba, sin embargo, dentro del pujolismo? Sin duda, y también en el entorno más cercano a Pujol, que no podía no darse cuenta. El doble juego, la hipocresía, estaban pues servidos. El ou nial, podrido, del odio al inmigrante, al pobre, al salvaje desconocido que nos viene a tomar lo que hemos ganado con tanto esfuerzo se incubaba no sólo dentro del catalanismo conservador, sino también dentro de la sociedad catalana. Y el huevo ha hecho eclosión en el post-Proceso, cuando el sentimiento de derrota se ha transformado en un anhelo de venganza contra "los que llevaban el lirio en la mano", es decir, contra quienes identificaron al independentismo catalán con una ideología transformadora, ligada al mejoramiento democrático ya la conquista y libertad de protección y de derechos progresista. Se les ha denunciado como traidores, arribistas o bobos woke. Mientras, del huevo ha salido el piojo tóxico de Aliança Catalana, que se puede caricaturizar como "Convergencia con tres ratafías", pero que significa algo más profundo y devastador: la plena identificación del independentismo con la extrema derecha. Dicho de otro modo, la confirmación de los sueños más triunfales de los adversarios y enemigos del catalanismo, que se frotan las manos viendo cómo el independentismo abraza a todos los tics de la bestia: patriotismo exacerbado, exaltación de la familia cristiana y numerosa, homofobia, desprecio por el débil, desprecio.

En Madrid, en la Audiencia Nacional, juzgan a una familia catalana numerosa y cristiana, y un partido político, y una época. Todo se mezcla. Convergència se extinguió (muy a disgusto de Jordi Pujol) a causa de la corrupción. También vengativos, jueces y fiscales patrióticos no ahorrarán ninguna humillación a quienes por fin tienen en sus manos, aunque sea con noventa y cinco años y convaleciente de un ingreso hospitalario. No hay piedad, nunca la ha habido. Es algo que deberían haber sabido los que paraban la mano al tres por ciento y los que usaban el apellido para beneficiarse de un poder espurio. Y es algo que un día sabrán los que ahora se pasen al fascismo de Aliança Catalana porque "dicen las cosas claras".

stats