La lluvia y el calendario

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San Jorge y la lluvia y el sufrir

Ya es mala suerte que, con tanta sequía, tantas piscinas – refugios climáticos a disposición, y tantas desaladoras flotantes, toque precisamente que llueva los días señalados. Es lo que se prevé por Sant Jordi. Si se confirma, empezaremos a pensar que la meteorología trabaja en contra de la lectura. Como si fuera un trabajo que hubiera que hacer. El caso es que, si las previsiones no fallan (las previsiones es posible que fallen, que por eso son previsiones), podemos encontrarnos con otro Día del Libro lleno de papel mojado. No hay peor combinación que el agua y el papel. Me equivoco. Es peor la de psicópata y más votado, o la de Junta Electoral y Ciutadans. Aunque la del agua y el papel no se queda corta, no va primera en el ranking de malas combinaciones. Pero, claro, ahora el agua sí va por delante de todo. Queremos agua. Necesitamos agua. Así que no podemos ni proponer hacer una de esas elecciones nefastas del estilo: "¿Quién prefieres, mamá o papá?" (y/o todas las combinaciones existentes en la diversidad familiar actual). Por cierto, todavía hay personas adultas que se lo preguntan a los niños. Y después nos exclamamos de la educación en las escuelas. Espera, que me desvío. El agua y Sant Jordi. Fatal. Debería llover antes y después. Pero el 23 de abril quedó liberado. Esto que la climatología sea tan caprichosa y el cambio climático tan inclemente es muy injusto. Aunque si aportamos un punto de vista excepcionalmente optimista, quizás la lluvia sirva para no hablar de los libros más vendidos sino de los que se han mojado menos.

Sea como fuere, Sant Jordi se celebra y la llegada de la lluvia también. De todas formas, si alguien tiene un contacto directo con las nubes, podría decirles que iría mucho mejor que descargara el día de la exhibición de la Fórmula 1 en Barcelona, ​​promovida por el Ayuntamiento. Los coches, si se mojan, lo agradecen. Y se ahorran el túnel de lavado. Por eso un buen aguacero durante este evento es mucho más propicio que la lluvia que se prevé por el Día del Libro. Aunque lo más propicio por completo fuera no hacer esta exhibición. Ni con lluvia ni sin ella. Pero me da la sensación de que esta posibilidad se encuentra sólo al cabo de algunas, como el mío, o en el de las entidades sociales y vecinales de Barcelona que han presentado una queja a la Sindicatura de Greuges. Argumentan, con razón, el mal ejemplo que dan este tipo de carreras de conducción extremadamente rápida, y la contaminación ambiental y acústica que generan, que no es poca. Por eso, lo mínimo deseable que le puede ocurrir a este “disparate”, como dicen las entidades, es que quede pasado por agua.

Pero es evidente que nunca llueve a gusto de todos y que, de momento, quien va perdiendo es Sant Jordi. Existe la posibilidad de contagiar otra leyenda, quitarse el Santo de encima y celebrar la fiesta del libro en una época menos lluviosa, pero ya tenemos suficientes frentes abiertos para generar más conflictos nacionales. Y tampoco era previsible que lloviera por la cabalgata de Reyes y lo hizo (la lluvia debe ser más de Papá Noel). También cayó agua por Carnaval, y los pocos chaparrones que hemos tenido este año también aguaron los cuatro días de fiesta de la Semana Santa. ¿Es posible que aquí haya un patrón que haga que en tiempo de sequía tenga que llover en fechas señaladas? No, éste es otro disparate. Pero permítamelo, porque he encontrado en esta tontería un respiro a la violencia que nos rodea. No es un refugio climático, pero sí quiere ser un refugio temporal entre tanta agresividad ambiental. Que tenga un buen Día del Libro y un buen día de lluvia, en su caso.

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