A la luz de Zaplana

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El exministro y expresidente de la Generalitat valenciana Eduardo Zaplana este martes llegando a declarar por el caso Erial.

Eduardo Zaplana es ahora una especie de residuo tóxico de la política valenciana y de la española, pero hubo un tiempo, no tan lejano como pueda parecer, que fue uno de los protagonistas indiscutibles. De hecho, fue una de las estrellas más rutilantes del aznarismo, es decir, del fuerte entramado de poder público y privado que se formó durante los mandatos como presidente de José María Aznar, y que han tenido una multitud de derivadas en forma de casos judiciales que todavía hoy se arrastran por los tribunales. A menudo los casos del aznarismo retan junto a los que se congriaron años más tarde durante la presidencia de M. Rajoy –o hacinados, o ligados con ellos–, que en muchos aspectos continuó la forma de hacer las cosas de Aznar , a pesar de la tirria que se profesaban los dos líderes.

Ahora, leemos en el digital valenciano La Voz (de referencia para conocer la política y la sociedad del País Valenciano, ya fe de que necesitamos conocerlas) que Zaplana ha acudido de nuevo este martes a los juzgados, en la Ciudad de la Justicia de Valencia, a declarar como imputado en el llamado caso Erial. Se trata de una trama clásica de prevaricación, con cantidades y listas de delitos igualmente clásicos. Más de veinte millones de euros extraídos del erario público, adjudicaciones de ITV y parques eólicos hechos a dedo, sociedades pantalla radicadas en países extranjeros, cuentas bancarias en Suiza, etc. Entre los acusados, además de Zaplana, otros habituales: los hermanos Cotino (uno de ellos ya difunto, porque el tiempo pasa para todos), Francisco Grau, empresarios diversos y también otros políticos o expolíticos del PP valenciano, como Elvira Suanzes, que fue diputada, o José Luis Olivas, que ocupó brevemente la presidencia de la Generalitat Valenciana a principios de los años dos mil. En Zaplana, en concreto, la Fiscalía Anticorrupción le pide una multa de 40 millones de euros y una pena de 19 (diecinueve) años de cárcel, por los delitos de organización criminal, blanqueo de capitales, cohecho, falsedad en documento oficial y mercantil y prevaricación administrativa. Preguntado, a las puertas de la Ciudad de la Justicia, si tenía algo que decir sobre los posibles pactos de algunos de los demás acusados ​​con la Fiscalía, Zaplana se limitó a responder "el juicio es muy largo", como cuando los futbolistas dicen lo que hay partido, o que queda mucha liga.

Revisar esta suciedad (ya minuciosamente descrita, en su momento, en el libro La aznaridad, de Manuel Vázquez Montalbán, publicado en 2003 y de recuperación bien recomendable) no es curiosidad ni ganas de remover basura, sino un ejercicio necesario para situar el valor exacto de las declaraciones con las que nos obsequia constantemente todavía hoy José M. Aznar, a quien le da igual decretar el fin de la democracia por culpa de la ley de la amnistía como permitirse expresar su apoyo a la guerra genocida del gobierno de Israel contra los palestinos en Gaza. Más aún por saber de qué hablan, Feijóo y los dirigentes del PP actual, cuando hablan de la corrupción de las izquierdas o de los independentistas.

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