Los Maragall y los partidos

2 min
ROTURA PELADO Ernest Maragall siguió al PSC en el segundo tripartito pese a La caída de Pasqual Maragall, pero al final ha desentonado también en el seno del PSC.

Pasqual Maragall anunció que se daba de baja del PSC (que rasgaba el carné del partido, de acuerdo con la frase que suelen utilizar los medios) en octubre de 2007, un día antes de hacer público, también –en una visita al pabellón de Neurología del Hospital Sant Pau–, que sufría Alzheimer: no faltaron voces que quisieron relacionar, torpemente, las dos noticias. Quien había sido el alcalde de los Juegos Olímpicos y el presidente del nuevo Estatut, sin embargo, no abandonaba su partido de toda la vida para que estuviera enfermo, sino porque lo habían decepcionado. Lo decepcionaron Zapatero (a quien Maragall había apoyado cuando nadie más lo hacía) y Montilla, pactando con Artur Mas contra él. Maragall encontró la forma de escenificar su opinión sobre estas maniobras comprando en la librería Blanquerna de Madrid, en presencia de Montilla, la novela de Leonardo Sciascia Los apuñaladores. Un año antes de que se diera de baja del PSC, ya lo había hecho su esposa, Diana Garrigosa, un referente para Pasqual Maragall en todos los ámbitos. Garrigosa murió en 2020.

Ernest Maragall dejó de militar en el PSC en el 2012, en la misma época que también se distanciaban del partido otros dirigentes históricos como Isidre Molas, Quim Nadal o Montserrat Tura. Lo hizo, también, decepcionado: por la deriva cada vez más conservadora y españolista del partido, y por su supeditación al PSOE, cada día más visible. Doce años más tarde, Ernest Maragall se va de ERC no sólo decepcionado, sino también lleno, como él mismo ha dicho, de “horror y vergüenza” ante el escándalo del cartel que les atacaba a sí mismo y a su hermano a cuenta del alzhéimer, y que ha resultado ser (como ha revelado el ARA) otra maniobra de la peor politiquería, pensada y ejecutada en la propia ERC.

Un cúmulo de historias tristes y amargas, con derivadas que llevan a revisar la política catalana, y la española, de los últimos cuarenta años. En el caso del cartel de ERC sobre el alzhéimer, hay una pregunta que creo que es previa a todas: exactamente, ¿qué pensaban conseguir los autores del cartel? Si calculaban que un ataque de falsa bandera contra su candidato a la alcaldía de Barcelona podía hacerle ganar votos, hay que considerarlos los estrategas más burros y más ineptos del mundo. Si pensaban que la disciplina de partido podía apretar a Ernest Maragall y obligarle a aceptar que se rieran de esta manera de su hermano con alzheimer, y de él mismo, entonces se les debe considerar un grupo de individuos indecentes.

Los Maragall, Pasqual y Ernest, son dos de los nombres imprescindibles para comprender la historia colectiva de Barcelona y Cataluña en la etapa de la Transición y la consolidación de la democracia. Han tenido ideas propias y han trabajado para defenderlas con inteligencia y capacidad de trabajo. Digámoslo: para defenderlas honestamente. Es mucho más de lo que puede decirse de los mediocres con pretensiones que suelen pulular dentro de los partidos políticos, y que con episodios como el del cartel del alzhéimer llevan la política a la bajeza y la degradación.

stats