Una niña haciendo los deberes de matemáticas en su casa.
06/06/2025
3 min

Cuando Euclides presentó a los suyos Elementos, una de las grandes construcciones intelectuales de la humanidad, en Ptolomeo I, rey de Egipto, la respuesta que recibió fue: "¿No hay caminos más llanos para la geometría?" "No, no hay caminos reales para las matemáticas", le espetó Euclides.

Euclides, un sabio de origen humilde, se sintió capaz de decirle al sucesor de los faraones egipcios que si quería adentrarse en la geometría debía seguir, necesariamente, el mismo camino que el resto de los mortales. De este modo nos dejó la geometría como herencia democrática para la humanidad.

Ahora bien, si no existen caminos reales para la geometría, sí hay unos caminos más transitables que otros. Diseñar a los mejores es el trabajo de la didáctica.

Razonar geométricamente no es más que razonar rigurosamente con objetos de una realidad postulada –por ejemplo, un triángulo equilátero– para descubrir las verdades eternas implícitas en su forma y comunicarlas con un lenguaje preciso. Los objetos matemáticos son ficciones según conceptos. Su estudio, en consecuencia, va mucho más allá de su utilidad. Cuando uno de sus discípulos le preguntó a Euclides "¿De qué me sirve saber esto?", el gran geómetra le dio media dracma y le despidió.

Precisamente, porque el de la geometría es un saber que no está sometido a ninguna necesidad extrínseca, nos proporciona experiencias puras de orden y rigor. Y ésta, como sabía Platón, es la mejor forma de cuidar de nuestra alma.

Pierre-Louis Lions, un gran matemático francés, suele decir que si queremos dar oportunidades a los pobres debemos proporcionarles una buena formación matemática. Estoy de acuerdo: Si queremos ayudar a los pobres, enseñémosles matemáticas por el camino más transitable posible, pero sin rebajar ni su exigencia ni su rigor. Evitamos el diseño de currículos pobres para pobres, porque no llevan a ninguna parte.

Los elementos no son fáciles. Pero ¿hay algo verdaderamente grande –un gran amor, por ejemplo– que se nos entregue sin esfuerzo? Observe los esfuerzos que empleamos en el cuidado del cuerpo.

Cuando ofrecemos a los alumnos pobres un currículum que tiene más en cuenta lo que les resulta familiar o interesante que lo que les es desafiante, les estamos dando gato por liebre. No les ofrecemos compasión, sino condescendencia. Si no hay libros en casa, será necesario llenar las escuelas de libros. Y si el vocabulario familiar es muy limitado, habrá que llenar las aulas de palabras.

Debemos abrir las ventanas de las escuelas hacia horizontes que trasciendan los ámbitos familiares. No podemos negar a los pobres el contacto con Homer, Bach, Euclides, Mompou, Velázquez y Joanot Martorell. En pedagogía, las píldoras doradas conducen a la marginalidad cultural. La escuela no puede ser una prolongación del hogar familiar, sino que debe ser un ámbito en el que experimentar con lo que nos falta en casa.

La misión de la escuela es ayudarnos a trascender los horizontes de nuestro mundo de acogida para facilitarnos el movimiento dentro de ámbitos culturales progresivamente más amplios, sin sentir vergüenza de nosotros mismos por nuestra carencia de recursos. La escuela no está hecha para moverse en lo que se conoce, sino para abrir vías de exploración en lo que se desconoce. ¿O es que nuestros alumnos no tienen derecho a sobrepasar las fronteras de su código postal?

Si la escuela no anima a los niños pobres a ir más allá de sus horizontes habituales, ¿quién lo hará? Si la escuela se desentiende de esa misión, está admitiendo que el capital cultural forma parte de la herencia exclusiva de los afortunados.

Sin duda, los niños que provienen de hogares culturalmente sofisticados disponen de más herramientas para explorar el mundo. Pero nadie, mirando cara a cara un niño de 6 años, puede asegurarle cuál será su nota de matemáticas a la selectividad. alfabetización disciplinaria, sin observación reflexiva de su vocabulario específico.

El marqués de Tamarón pidió un día en su blog: "A todos los que me honoran con sus comentarios, que eviten descuidos en la ortografía". Sería terrible que hubiera caminos nobiliarios en la ortografía.

Conviene recordar que cuanto más pobre es nuestra lengua, más pobre es nuestro pensamiento; que no podemos construir hipótesis sin dominar el condicional; que es necesario esforzarse en escribir bien precisamente porque es difícil. Como insiste Christophe Clavé, eliminar los matices de nuestra lengua es ser su sepulturero.

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