La mesa de diálogo empieza a andar

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Reunión de la mesa de diálogo a la Generalitat.

BarcelonaDespués de muchas idas y venidas y de una fuerte crisis interna en el ejecutivo catalán, la mesa de diálogo ha empezado a andar con la presencia del presidente español, Pedro Sánchez, en el Palau de la Generalitat. Como él mismo remarcó, su presencia, que ha estado en entredicho hasta última hora, era el mensaje más importante, puesto que escenificaba el compromiso del gobierno español con la idea de que el diálogo es la única manera de resolver el conflicto político catalán. Tanto él como el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, constataron la enorme diferencia que los separa y que será muy difícil llegar a un acuerdo, pero coincidieron en la receta: negociación sin plazos, es decir, un diálogo que se pueda afrontar sin la presión de una fecha tope, con reuniones públicas y otras que serán más discretas, puesto que la complejidad del conflicto pide paciencia y perseverancia.

Ahora bien, Aragonès también subrayó que la mesa tiene que dar frutos –"concreciones", dijo– que sirvan para "construir confianzas" entre las dos partes. Esto quiere decir que se aplicará lo que es una norma en todos los procesos de negociación complejos: empezar por donde las posiciones sean más cercanas. Son, pues, estos pequeños acuerdos los que tienen que ir creando un clima de confianza propicio antes de poder abordar el núcleo del conflicto, que no es otro que buscar una fórmula que permita a los ciudadanos pronunciarse sobre cuál tiene que ser el futuro político de Catalunya.

Es evidente que el gobierno del PSOE no aceptará de entrada ni la amnistía ni el derecho a la autodeterminación, que son las peticiones de máximos de la parte catalana. Pero sí que es cierto que el independentismo no cuenta, en estos momentos, con una alternativa clara para conseguir su objetivo, y que la comunidad internacional apuesta por una solución negociada al conflicto. La parte catalana, pues, se tiene que hacer fuerte en la idea del diálogo y la negociación, y también en unos objetivos que son ampliamente compartidos por la sociedad catalana, como son el fin de la represión y el referéndum.

Sánchez, pues, tendrá que hacer gestos si quiere que la mesa, y con la mesa el apoyo de ERC en el Congreso, perdure en el tiempo. Y recordemos que hay cosas que se pueden hacer dentro de la legalidad y que solo dependen de la voluntad política. Como dijo el ex ministro Ábalos, hace falta "desempedrar" el camino, y hoy en día las piedras más gordas son las causas judiciales que afectan a miles de personas. Ayer mismo, uno de los miembros de la mesa, el conseller Roger Torrent, declaró ante el TSJC por un presunto delito de desobediencia por haber tramitado resoluciones a favor de la autodeterminación y en contra de la monarquía. La prueba del algodón para saber si Sánchez se toma seriamente la negociación, pues, será que se encuentren soluciones concretas para desactivar la represión judicial y situaciones como la de los afectados por los embargos del Tribunal de Cuentas o los exiliados. La mesa solo sobrevivirá si es útil, porque detractores, dentro y fuera de Catalunya, no le faltan.

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