Las mujeres y las niñas también

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El descubrimiento del cuerpo de Olivia, la niña tinerfeña presuntamente asesinada por su padre, Tomás Gimeno, nos pone ante una variante de dos caras del crimen machista. Ciertamente, es lo que se llama violencia vicaria : “Me cargaré al que más aprecio”, dijo Ricardo Carrascosa a su mujer, justo antes de matar (en 2018) a sus dos hijas. Una manera sádica y calculada de agredir a una mujer, buscando el máximo sufrimiento. Carrascosa se suicidó, Gimeno parece que también. Una vez más se confirma la esencia del machismo: la impotencia de los hombres cuando se les escapa lo que creían que era suyo.

Pero los 39 niños asesinados por violencia de género en España desde 2013 no se pueden reducir, en mi opinión, a casos de violencia vicaria. Es también la violencia paternal que participa de una idea muy extendida: que los hijos son propiedad de los padres. Y que pueden hacer lo que quieran. Una idea que vemos recogida con figuras como el pin parental, que Vox pretende imponer, para dar a los padres el control absoluto del currículum escolar de los hijos, olvidando que solo crecerán en función de la capacidad de actuar por sí mismos. Mujeres e hijos bajo el poder del macho, que puede disponer de ellos como le parezca conveniente. Esta es la doctrina.

Como pasa siempre ante el horror, la mirada corta lleva al Código Penal, y ya hay quien ha corrido a pedir la cadena perpetua. Es una forma de pasar página hasta el próximo asesinato que no lleva a ninguna parte. Hay un problema educativo y cultural de unas sociedades que se construyeron sobre el mito del poder del hombre y la sumisión de la mujer. Es necesario que las mentalidades evolucionen. Por eso el feminismo hoy es revolucionario: cuestiona el centro del poder que estructura nuestras sociedades. Y el mejor síntoma de cambio sería que la sociedad sea sensible al drama del patriarcado, que salten los tabúes y que las víctimas encuentren las complicidades necesarias para sentirse acompañadas y anticipar así las situaciones límite, antes de llegar a tener que llamar a escondidas a un servicio de ayuda o a escaparse corriendo hacia la comisaría.

Josep Ramoneda es filósofo.

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