Todo artista representativo aporta una singularidad propia y diferenciada a través de su lenguaje. En la corrua dominante de artistas visuales y filológicos de raíz progresista, construida ideológicamente en Cataluña en la larga Dictadura, cada uno contribuía con una poética delultralocal universal hecha de signos identificables en lo que es personal que se quiere, a la vez, colectivo. La especificidad de un Miró o un Tàpies se explica porque, partiendo de una gestualidad iconográfica anónima, el signo propio los hace identificables.
La adhesión del público a esta aventura artística hecha de individualidades inconformistas con el sistema se alcanzaba más por compenetración que por comunicación. Una línea de continuidad y saltos ha proseguido hasta la fecha y ha ofrecido un paisaje de excepcionales artistas monogramáticos subjetivos.
El triunfo de este arte poético y de abstracción, hecho de individualidades extremas con programas compartidos, nacido con las vanguardias, fue traspasado de Europa a Norteamérica en plena ocupación fascista de las grandes capitales del arte, de Berlín y París hacia NY. El arte moderno, símbolo de la libertad, jugará en las democracias liberales un papel en oposición al dictado del realismo social dirigido que tiene la finalidad de adoctrinar y educar a las masas. El arte libre tuvo un precio en el mercado. Liberarlo de su sistema encerrado en un sistema de orden y de valores (museo-galería, codificación-buen gusto) fue tarea prioritaria de una generación de artistas contestatarios formados en las universidades en plena revuelta a finales de la década de los sesenta del siglo pasado por un cambio de vida que escapara de la dialéctica binaria y el dialéctica binaria.
En Cataluña, en el franquismo tardío, en plena lucha por las libertades, el grupo de artistas conceptuales fueron los más virulentos para sacar el arte de su formalidad en el espacio bidimensional de la pintura y en la totemización de la escultura antropomórfica o abstracta. El arte debía llegar a las nuevas masas desde nuevos comportamientos, nuevos medios tecnológicos y nuevos espacios de exhibición, más analíticos. Dos corrientes dominantes: la sociológica sustituía al arte de la introspección freudiana, y la lingüística alteraba la mediación publicitaria consumista y los mensajes de orden político cerrados. El artista debía dejar de ser un ídolo de la tribu para ser un trabajador crítico con los instrumentos de los nuevos lenguajes de la comunicación a fin de activar una lectura abierta, junto pública e individual, no estandarizada de los artefactos artísticos. El Grupo de Trabajo abrió una vía de agua en el canon catalán establecido por la generación del arte libre.
Antoni Muntadas, que formaba parte pese a haberse instalado en plena juventud en Nueva York, será el artista catalán que mejor representa el cambio que va de la búsqueda de una identidad local múltiple en la escena global que la adelgaza. Un terremoto que representa en Cataluña, historiográficamente, un cambio de paradigma en la poética dominante de un arte subjetivo por una nueva línea de arte de carácter sociopolítico.
La resensualización de los subsentidos en el cuerpo del artista y del espectador, y el marco sociocomunicativo y comunitario fueron las primeras propuestas de un Muntadas el cual, en breve, desplegará su hacer más con procedimientos y medios no considerados artísticos desde fuera del mercado en ejercicios intelectuales con vocación. El NY que Muntadas se encontró no correspondía al Sueño Americano.
La carrera armamentista, el sacrificio de la juventud en los conflictos armados, las crisis económicas, la inestabilidad en los procesos democráticos, el control sobre el mercado, el consumo masivo del turismo, la manipulación informativa en los mass media, el control de los mensajes políticos, el protocolo de la historia son temas de ayer que lo son de siempre en el marco local y en el global.
Cuando Muntadas estampó el trabajo 11 de septiembre de 1974 - 11 de septiembre de 1978 en el diario artístico y alternativo mallorquín Neón de Corcho, de distribución gratuita, algo había ocurrido en el marco catalán e internacional. El artista se había dedicado a archivar, mostrar y contrastar la primera página de importantes diarios internacionales (The Daily Telegraph, El Noticiero Universal, Le Monde, Herald Tribune, Corriere della Sera, De Telegraaf) con una fecha de alta significación histórica y política en Cataluña y en Chile. Cada diario ofrecía el punto de vista, la variación. Cincuenta años más tarde, el 11 de septiembre es también una fecha de la confrontación global.
Desde el Tàpies demiurgo y ordenador —él y la pandilla constructora del plan nacional de arte de la modernidad—, no conozco a ningún otro artista catalán que, como Muntadas, se haya convertido en un humilde referente para las generaciones de artistas actuales, formados en las universidades de la llamada Berlín y del conocimiento en la sociedad del conocimiento. El taller de este artista ciudadano del mundo es la observación empírica en la calle y la lectura de la prensa, y su campo de acción, espacios culturales públicos. La materialidad poco importa: comentarios, sentencias, grabaciones. Su propuesta en el ARA nos hace mirar el mundo de nuevo desde el arte y nos interpela en alto grado.