Que no sea demasiado tarde

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Centenars de manifestantes llenaron ayer todo un cruce de la superilla de Sant Antoni en señal de luto por la muerte de Samuel.

Estos días aprovecho para colgar algunos cuadros y agradezco que mi piso no sea un ayuntamiento porque no encontraría ningún rincón adecuado para poner el retrato del rey Felipe VI. Nada me es Borbón, en casa. Sí que he puesto, y en un lugar prominente, la pareja que forman la reina de Inglaterra y Angela Merkel en una imagen magnífica sonriendo en el castillo de Windsor, en la gira de despedida que empieza a hacer la cancillera. Es una cuestión de gustos y de contradicciones. Como de momento todavía podemos escoger la decoración privada, aprovecho la libertad al máximo, como cuando friego un bote de Nutella. Seamos libres hasta el fondo del bote, que pintan bastos. Y reyes. 

Aumentan los contagios y aumentan las sentencias que favorecen las arengas de la extrema derecha. La Audiencia Provincial de Madrid ha considerado que el discurso de odio contra los inmigrantes jóvenes no es odio, es campaña política, y expresa, encima, que realmente son un problema, cuando el problema no son los jóvenes sino el sistema, pero tampoco son tan tontos como para tirarse piedras sobre su propio tejado. Alguien tiene que defender lo que nunca funciona para que nunca llegue a funcionar de verdad. El objetivo parece que consiste en apoyar desde el ámbito judicial la normalización de las proclamas peligrosísimas de un grupo que lo que quiere es sistematizar la violencia, como si no fuera suficientemente estructural y le hiciera falta un refuerzo. No es que sea nada nuevo de parte de la justicia española pero, con el cansancio que acumulamos, digo yo que teníamos bastante con saber que la Fundación Francisco Franco trabaja por la memoria histórica y tiene todo el derecho del mundo de expresar su apología fascista libremente. España es un país ecuánime con el pensamiento siempre que no lo expreses en catalán o siempre que no tengas ganas de hacer una canción de homenaje a la monarquía borbónica. Lo peor de todo, sin embargo, es que hay una parte de la ciudadanía que ahora se da cuenta de esta deriva húngara de su país porque cuando la represión caía (cae) solo sobre Catalunya era por culpa de una provocación, no de un acto de libertad de expresión. Es el “si se han saltado la ley, tienen que pagar”. Cuando la extrema derecha es la ley, no queda ninguna dignidad más que saltársela sin cesar. Y mira que, con el calor, hacer cualquier esfuerzo físico hace aquella pereza ampliamente comprensible. Pero no hay excusa.

También hace tiempo que se alerta de la homofobia que circula muy libremente por las calles y también se ha respondido a las agresiones, a los asesinatos y al odio en general con algo más de violencia por parte del Estado, como cuando se represalian las protestas feministas con juicios inconcebibles. La idea es la misma. No hay que ser originales. El objetivo es que se pueda establecer un sistema de represión general para expulsar todo lo que se considere que no entra en los cánones normativos de personas blancas heterosexuales, y si pueden ser católicas apostólicas todavía mejor. La involución está de moda. Por eso las protestas contra estos delitos de odio continuados, contra esta necesidad de los bárbaros de limpiar los pueblos y ciudades de personas que ponen su ignorancia ante un espejo, no ha sido recibida con mucha sensibilidad por una policía que a menudo utiliza palabras impropias. Esto cuando habla y no se dedica, en silencio, a hacer uso de la porra de la manera menos villagepeopleiana posible. 

Todo ello, sinceramente, da miedo. Y todo ello afecta a todo el mundo. No se trata de un colectivo. Son los derechos y las libertades que hace mucho tiempo que se están despreciando a favor de pensamientos que ya sabemos a qué llevan y en qué nos convertirán como sociedad.

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