Quería escribir sobre el año que nos espera, pero es la noche de Reyes. Y todo el mundo, incluso el más desesperado de nosotros, tiene una noche así por recordar, un momento mágico escondido detrás de mil corazas de adulto asustado. Sí, de adulto asustado y no de niño asustado, porque es cuando te haces mayor cuando descubres que todos los adultos tienen miedo. Miedo a no ser suficientemente amado, miedo a decepcionar las expectativas de los demás, miedo a perder ya la pérdida, miedo a la pobreza material, miedo a la miseria moral, miedo a no pasar a la historia, miedo a pasar a la historia, miedo que los demás no reconozcan tus sacrificios, miedo al dolor y enfermedad de los que te amas, miedo a la intemperie ya la muerte.
Miedos y más miedos que son un pozo seco y que no se parecen demasiado a esa emoción de hacerte el dormido para que los Reyes no te encontraran despierto cuando oías algún ruido en casa. Ese miedo a no despertarte temprano (obviamente imposible), miedo a que tu hermana tropezara de nuevo con estruendo a las 6 de la mañana con el test de cerámica del pasillo cuando los tres intentaban entrar en el salón sigilosamente, sólo iluminados por las luces del pesebre. Miedo al misterio.
Conjura de los sabios
La noche de Reyes es una maravillosa enajenación mental colectiva. Es el único día que se corta el tráfico en la ciudad y nadie se queja. Quieren los caramelos, se encienden los farolillos, el frío pone las narices rojas y se transportan escaleras por la calle con esa naturalidad en dirección a la cabalgata. En Badalona, la noche de Reyes se canta mientras dentro de las casas llueven monedas de chocolate, figuritas de Reyes envueltos en papel de plata de colores, cerditos de mazapán, carbón, sardinas y rastos de ajos de chocolate. En balcones y ventanas se preparan zapatillas, platillos con turrón, cava y algún cubo de agua para los pobres camellos sedientos. En Igualada incluso han visto Sus Majestades subiendo por los balcones y entrando por las ventanas.
Los Reyes trabajan por todas partes a la vez y de madrugada, cuando la emoción ha vencido a los niños y niñas. Se abren armarios, maleteros de coches, se busca bajo las camas, se visitan los vecinos y los abuelos y se montan cocinitas y bicicletas entre bostezos. Todo preparado para cuando los pequeños despierten y la emoción de la cocinita mágicamente aparecida allí donde antes no había nada les haga caer al suelo extasiados.
Regalar tiempo
También hay quien no tendrá la cocinita y recibirá unos calcetines o una bufanda. El tío de Violeta habrá hecho una casa de cartón enrollable y pendiente de pintar, convencido de que el valor del regalo es el rato que pasarán ambos eligiendo el color, pintándola y cómo se escondrán para leer un cuento cuando hayan terminado y ella se haya ensuciado de pies a cabeza de pintura por primera vez.
Todo el mundo tiene su noche de Reyes y quien no la tuvo ha fabricado recuerdos para otro. Por unas horas es como si la voluntad humana se concentrara en la generosidad y el misterio, también excesivamente en el consumismo, pero los adultos nos conjuramos para proteger la fantasía y saludamos al paje real de Servei Estació con entusiasmo.
Un año que comienza
Quería escribir sobre el año que nos espera y tantas cosas que nos preocupan y que merecen que nos mantengamos alerta y despiertos en la indignación. Tendremos tiempo de observar hacia dónde nos dirigimos en la esfera pública. Nuestro mundo no tiene muy buena pinta, pese a que avanzamos en términos científicos y económicos y que los europeos somos algo así como los privilegiados de esta historia. Tenemos amenazas en forma de monumento a la testosterona, líderes de los que se llaman fuertes y probablemente ni son conscientes de que ellos también temen. A partir del día 20 tendremos un mundo en el que el diálogo de las grandes potencias pasará por líderes como Donald Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping y Benjamin Netanyahu. Algunos han sido elegidos democráticamente, y en la elección ha jugado un papel importante la economía, que no satisface expectativas a pesar de duras jornadas de trabajo, el malhumor, la frustración y el miedo a los demás.
Que no avance la ira
El 2025 puede ser un año de ira, de furia, y dependerá de todos que no salgan adelante y conviertan también a nuestra sociedad en un infierno. La fórmula es conocida: que la gestión política resuelva los temas que angustian a los ciudadanos, empezando por el acceso a la vivienda, que los emprendedores no tengan el enemigo de su iniciativa en la administración, que la escuela afronte la necesidad de subir la calidad de los maestros y alumnos, que jóvenes y adultos reencuentren la curiosidad y el pensamiento crítico. Que los inmigrantes tengan opciones de una vida mejor y adopten esta tierra como la suya con valores cívicos, obligaciones y derechos compartidos. Quería escribir sobre el 2025 y creo que he terminado haciendo una carta a los Reyes.