Soraya Sáenz de Santamaría en el Congreso este lunes.
06/05/2025
Periodista
2 min

En el curso de su sólida intervención en el Congreso, el presidente Mas dijo no entender la "cobardía" de Mariano Rajoy o de Soraya Sáenz de Santamaría y, en general, de todos aquellos responsables políticos que, habiendo instigado, financiado o permitido la operación Catalunya, o que habían cooperado con ella, van diciendo que la operación Catalunya no existió. "No entiendo su cobardía, huyen como conejos", dijo Artur Mas, con muchas ganas de decirlo.

Sí y no. Ciertamente, si fueran coherentes con el patriotismo que proclaman, deberían admitir públicamente su participación en los hechos, porque siendo la unidad de España la fuente de derecho, el proceso de independencia de Catalunya era uno de esos momentos históricos en los que quedaba justificado hacerlo todo por la patria. Pero cuando has fabricado pruebas falsas con dinero público, has espiado sin mandamiento judicial, tus adversarios políticos han acabado en prisión por delitos que no han cometido y el Tribunal Supremo se niega a aplicar la amnistía aprobada por el Congreso, ¿qué incentivo tienes para correr el riesgo de complicarte la vida absurdamente admitiendo que practicaste la guerra sucia política?

Para personas como la exvicepresidenta, negar la existencia de la operación Catalunya es hacer su parte del trabajo. Es dar una cobertura política y una apariencia de honestidad a un sinfín de delitos que nunca serán castigados porque nunca serán investigados. Y no lo serán porque la operación Catalunya es una operación de estado que confirma que el estado español funciona, que los mecanismos sofocadores de la realidad de Catalunya funcionan. De hecho, la operación Catalunya es una condición estructural del estado español. El estado español está en una permanente operación Catalunya. A veces es a cañonazos y a veces es con una sonrisa. El desembarco de Franco y su gobierno en 1960 ya se llamó Operación Cataluña. De Rajoy hacia abajo, no son más que continuadores.

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