155 monedas de plata en Mariúpol

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Dos residentes de Mariúpol sientan ante edificios destrozados por el ejército ruso, el pasado 25 de marzo.

Aquel tuit de Gabriel Rufián de las 155 monedas capturó los ritmos emocionales de la política contemporánea y sus peligros. Nunca en la historia las tecnologías de la información y las comunicaciones permitieron como ahora que las emociones colonizaran hasta el absurdo la racionalidad política. Que ello se pueda extender a lo militar produce pánico.

Esta mañana leía en la crónica del enviado especial de La Vanguardia a Kyiv, Joaquín Luna, a propósito de la batalla de Mariúpol, que la 36ª Brigada de Infantería de Marina del Ejército de Ucrania escribía en Facebook: “Hoy, probablemente, será nuestra última batalla porque nuestras municiones se agotan. Esto será la muerte segura para algunos y el cautiverio para otros…Estamos a punto de desaparecer lentamente. Durante más de un mes, hemos combatido sin reaprovisionamiento de municiones, sin comida, sin agua, hemos hecho lo imposible” El enviado especial nos cuenta también que la 36ª Brigada de Infantería de Marina arremetía nada menos que contra el presidente Volodímir Zelenski (que es el comandante en jefe supremo de las fuerzas armadas ucranianas) acusándole de no cumplir sus promesas. El comunicado de la 36ª Brigada de Infantería de Marina habría recibido una respuesta ¡también en Facebook! por parte del general Valeri Zlujni que les decía: “La defensa de Mariúpol continúa. El contacto con las unidades de defensa que mantienen la ciudad, de manera heroica, es estable” y acababa haciendo un llamamiento a no hacer de las operaciones militares “un tema de debate público”. De locos. Perdonen la broma en un contexto de muerte y destrucción, pero es como si el Ejército de Ucrania hubiera contratado a Gabriel Rufián de community manager. ¿A alguien le puede parecer normal que una unidad del ejército ucraniano critique en Facebook a su máximo comandante y presidente del país y que un general les conteste también por Facebook? Pues esta es la normalidad comunicativa de nuestra época. Al tiempo que se censuran medios, los medios y las redes siguen siendo la clave emocional de todo. Insisto en que hay que moderar el humor negro cuando hablamos de que el Ejército ruso está convirtiendo en cenizas Mariúpol, pero admitirán conmigo que lo de Gila al teléfono preguntando por el enemigo está ganando actualidad.

¿Quieren más emociones fuertes? Tras visitar a Zelenski, el jefe de la diplomacia europea y antigua víctima propiciatoria de Gabriel Rufian en las sesiones de control al Gobierno, Josep Borrell Fontelles, afirmaba, cito literal en inglés “This war will be won on the battlefield”. El vampiro Rufian le mordió muchas veces sí, pero no mató al veterano socialista catalán. Por el contrario le convirtió también en un vampiro ¿Ustedes ven normal que el jefe de la diplomacia europea diga que la guerra se ganará en el campo de batalla? Un amigo militar retirado con el que comparto un grupo de WhatsApp en el que hablamos de la invasión de Ucrania comentaba a propósito de Borrell: “Cuando la gente se hace mayor es muy peligrosa. Vigiladme por favor”… Le vigilamos, sí, y nos acordamos de aquella letra de La Polla Récords que decía “Y no han hecho los misiles para no explotar, cómo disfrutan esos viejos…”

Hoy leo en The Times que el Batallón Azov al que El País calificaba ayer de “batallón de la polémica” porque fue impulsado por “algunos voluntarios de ideología nazi”, que está combatiendo en Mariúpol, reporta en una nota de prensa que “tres personas muestran claros signos de envenenamiento químico después de que un dron ruso arrojase una sustancia tóxica sobre la ciudad”. Todos sabemos lo que significa eso: la internacionalización de la guerra se acerca.

Sin embargo ayer leía en Europa Press que no se descarta una reunión presencial entre Putin y Zelenski una vez termine la gran batalla en la región del Donbás. Uno ya no sabe qué creer. Como al final pacten la paz habrá que darle las gracias a Borrell por sus grandes esfuerzos diplomáticos. Si esa reunión se produjera, la puesta en escena podría ser digna de esta época: Zelenski de verde con la camiseta ajustada marcando bíceps y Putin trajeado con su cara de villano universal. Ojalá Rufián pudiera transmitir el encuentro desde Twitter bromeando, como solo él sabe hacerlo, sobre el que cada presidente lleve su propia agua. Perdonen la broma pero en la época de la propaganda ya solo nos faltaba un debate televisado entre Putin y Zelenski. Imaginen el especial eterno de Ferreras y a Ana Pastor en Estambul, a codazos con reporteros de RT, tratando de meterles el micro a los presidentes a la entrada del debate. Vicente Vallés bien podría moderarlo aunque por su forma de vestir parecería que está a favor de Putin. Quizá podría copresentarlo con Évole, que se da un aire a Zelenski…

En esta época la política y la guerra, televisadas y retransmitidas, ofrecen cada día más emociones fuertes para que el espectáculo grotesco continúe. Ojalá los que mandan de verdad desinstalen las aplicaciones de redes sociales de sus móviles y dejen de ver la televisión.

Pablo Iglesias es ex secretario general de Podemos y ex vicepresidente segundo del gobierno español
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