El Pacto Nacional por la Lengua no puede esperar más

Alumnos de la escuela San Francisco de Asís de Barcelona en clase de catalán.

Déjeme empezar por el final, no sea que la retórica diluya el mensaje: necesitamos, urgentemente, un gran pacto social para la revitalización de la lengua catalana. El no nacido Pacto Nacional por la Lengua propuesto la legislatura anterior respondía a un llamamiento institucional a trabajar, de la mano de la sociedad civil, para mejorar la confortabilidad del catalán en su ecosistema histórico. El documento de expertos –que tuve el honor de coordinar junto a Isidor Marí– ya puso sobre la mesa las debilidades de una lengua que no acaba de exitoso en el pesado camino hacia la normalidad, pero también ponía énfasis en las fortalezas, un vector que no debemos obviar si queremos conseguir una adhesión ciudad.

El análisis demolingüístico del informe descansaba en los datos de la Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población de 2018 (EULP 2018). Estos datos se acaban de actualizar con la reciente publicación de los primeros resultados del EULP 2023, unos resultados que han provocado un auténtico estruendo mediático. La polarización de la interpretación ha conformado dos grandes grupos, aparentemente antagónicos. Recurriendo a Umberto Eco, podríamos recuperar lo de losapocalípticosy losintegrados. Sin duda una dicotomía que simplifica una realidad que, dicho al modo de Edgar Morin, nos sitúa de lleno en el paradigma de la complejidad. Al margen de los determinismos de ambas miradas, esto es, la sustitución indefectible del catalán o su salvación, no menos indefectible, tengo la sensación de que se ha creado un posicionamiento intermedio, que ve con gran preocupación la evolución sociolingüística de una lengua, que, a su vez, todavía muestra cierta fortaleza en determinados indicadores.

Soy del parecer que los nuevos datos definen una situación ambivalente. El retroceso de los indicadores vinculados a la base demolingüística (lengua inicial y lengua de identificación) ya los usos de la lengua catalana (lengua habitual y ámbitos de uso) han hecho encender las luces de alarma frente a una dinámica decreciente sostenida. También se han debilitado algunas dinámicas de atracción, todavía activas en 2018 (decalaje entre lengua inicial y de identificación). En el polo opuesto, el de las valoraciones positivas, debería destacarse la fortaleza de la transmisión lingüística intergeneracional, el incremento en números absolutos de conocedores de la lengua y el interés de los recién llegados por acceder a la lengua catalana. Y aún, pendiente de una valoración más profundizada, no deberíamos perder de vista el incremento de la identificación bilingüe catalán-castellano (se ha duplicado desde 2018) y los usos, también compartidos, de ambas lenguas.

Todo ello se ha dado en un contexto de multilingüismo extremo, que sitúa el factor demográfico en medio de la diagnosis. Las migraciones, pues, se han convertido en protagonistas de una causalidad que requiere todavía mucha investigación que evalúe rigurosamente su impacto. A propósito de esto. La composición de la población muestra unos cambios que tendencialmente llevan a una pérdida de peso de los natos en Cataluña y en el resto del Estado, mientras que los natos en el extranjero van ganando presencia, hasta representar cerca de una cuarta parte de los residentes.

Situar la lengua catalana en la agenda social es clave a la hora de (re)concienciar a la población y la clase política sobre la necesidad de impulsar activamente el proceso de revitalización de la lengua. Al fin y al cabo, resulta fundamental ir más allá de las actitudes y adoptar un comportamiento comunicativo efectivo favorable a la lengua catalana. Desde el ámbito político es necesario actuar con determinación. Las acciones "desde arriba", al amparo de una mejora necesaria de la regulación del multilingüismo doméstico, deben guarecerse en un proyecto normalizador solvente. Una vez asentado el nuevo gobierno resultante de las últimas elecciones autonómicas, con un nuevo Departamento de Política Lingüística de trinca y con una propuesta ideológica continuista en materia sociolingüística, el Pacto Nacional por la Lengua no puede esperar más. El pacto debe tener como objetivo insoslayable situar al catalán en la centralidad comunicativa de su sociedad de referencia. En este sentido, me atrevo a pedir generosidad y altura de miras a los distintos actores políticos implicados. A unos, quienes detienen el poder, porque la consecución del consenso no desvirtúe un programa de actuación comprometido y contundente. A los demás, quienes lo miran desde la oposición parlamentaria, para que el tacticismo no bloquee una intervención perentoria.

Estamos ante un reto de país de gran magnitud. Y la sociedad, la población autóctona y la foránea, no puede permanecer al margen. La acción "desde abajo" también debe ser determinante. Nos hace falta, pues, un relato potente y una agentividad coral. Seguramente, contradiciendo a la añorada Carme Junyent, no todo depende de ti, de nosotros, pero con toda seguridad, amable lector, ten presente quetambiéndepende de ti. Vamos.

stats