El país del nanosatélite

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La Soyuz con el nano satélite Enxaneta adentro

A menudo nos preguntamos qué país queremos. Es una pregunta pertinente, necesaria, y que tiene muchas respuestas. Una de ellas muy seguro que tendría que tener que ver con la ambición científica, detrás la cual hay unas cuantas virtudes: pide un alto nivel educativo, ayuda a hacer posible la innovación en las empresas y por lo tanto a crear riqueza, e impulsa soluciones concretas para mejorar nuestra calidad de vida. Los proyectos científicos son un motor de progreso. El primer nanosatélite catalán, el Enxaneta, despegó este lunes por la mañana, después de dos aplazamientos. Culmina un trabajo de dos años y es el primero de los seis nanosatélites que la Generalitat prevé activar en una primera fase que se alargará entre tres y cuatro años. Hablar, como en algún momento se ha dicho, de la NASA catalana da risa. Pero el proyecto en sí hay que tomárselo muy seriamente. Ojalá hubiera más iniciativas de este calibre. El Enxaneta forma parte de la Estrategia NewSpace de Catalunya, que quiere situar a Catalunya en la nueva economía del espacio como sector de oportunidades para mejorar la economía y los servicios en la Tierra.

En concreto, el aparato es un CubeSat de tres unidades que desplegará servicios de conectividad global de internet de las cosas (IoT) en todo el territorio catalán, de forma que permitirá la comunicación y la obtención de datos en todo el país, sobre todo en zonas que hoy no tienen cobertura de las redes de telecomunicaciones terrestres convencionales. Entre otras cosas , podrá monitorizar el caudal de los ríos y las reservas de agua, hacer un seguimiento de la fauna salvaje para poderla proteger, recibir datos meteorológicos de estaciones en lugares remotos o seguir rebaños y cultivos para detectar enfermedades y definir estrategias más eficientes. Todo esto desde el espacio, a 500 kilómetros de la Tierra. 

Ahora que estamos a las puertas de la formación de un nuevo Govern, hay que insistir en la importancia de que gobernar quiere decir exactamente esto: trabajar seriamente, pensando en el medio y largo plazo, para sacar adelante proyectos concretos con el máximo potencial. La política, la buena política, también es o tendría que ser esto. Porque de realidades como esta, con una capacidad técnica transformadora evidente, dependerá el futuro bienestar de la gente. Sí, un nanosatélite es, si se usa para mejorar realidades como las descritas y otras muchas, una herramienta efectiva sin duda de innovación, pero también de cohesión social y de igualdad de oportunidades. Y para hacerlo posible hace falta que la cadena de transferencia de conocimiento entre el mundo de la investigación y el de la empresa funcione, y que también sea efectiva la capacidad de sumar entre los sectores público y privado. Por eso, tal como piden las universidades y centros de investigación de forma unánime e insistente, es crucial que a nivel gubernamental haya una apuesta clara por la ciencia y la innovación que se refleje tanto en las prioridades presupuestarias como en una consejería que haga dialogar empresa y conocimiento, una de cuyas misiones urgentes será atraer los fondos de recuperación vehiculados por la Comisión Europea. El país que queremos tiene que tener muchos nanosatélites y otros muchos proyectos tecnológicos punteros. Es inaplazable poner hilo en la aguja.

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