Ayer se cumplieron dos meses desde las elecciones del 14-F y, después de un debate de investidura fallido, no hay todavía una perspectiva de pacto entre ERC y Junts. La situación es preocupante porque no es solo que el acuerdo parezca lejano, es que ni siquiera la negociación está encarrilada. De hecho, los equipos negociadores no se reúnen desde hace una semana (se vieron frente a frente el miércoles de la semana pasada por última vez) y el último episodio conocido es que ERC hizo llegar a Junts una propuesta de pacto que incluye los ejes de funcionamiento del nuevo Govern (pero sin el reparto de consejerías), el plan de gobierno y el papel que tiene que tener el Consell per la República. Este documento era la respuesta a uno anterior que les había hecho llegar Junts.
En este punto, ERC está esperando una respuesta y Junts acusa a los republicanos de ser demasiado genéricos en sus propuestas pero no hace públicas tampoco cuáles son las suyas. Y entremedias continúa el ruido ambiental. En el fondo los dos espacios no han hecho todavía un diagnóstico común de lo que pasó en octubre de 2017 ni tampoco una lectura consensuada del resultado del 14-F. De hecho, algunas voces de Junts insisten que el resultado no es una victoria de ERC sino un empate.
Es lógico que ERC tenga más prisa para llegar a un acuerdo, puesto que su candidato es quien ocuparía la presidencia de la Generalitat, pero los republicanos tienen razón cuando subrayan que el país no se puede permitir una interinidad tan larga. Recordamos que Catalunya no tiene presidente desde el 28 de septiembre, cuando Quim Torra abandonó el Palau después de ser inhabilitado. Llevamos, pues, más de medio año con un Govern en funciones que, si bien puede gestionar el día a día, no puede dibujar las grandes líneas de futuro ni sacar adelante proyectos más ambiciosos en un tiempo crítico.
El retraso puede acabar forzando una negociación agónica en el último instante y, como en el juego de la gallina, acabar en un accidente en forma de repetición electoral, escenario muy poco recomendable. Cuanto más tiempo se tarde en cerrar el acuerdo, más fuerza pueden coger los sectores de Junts que prefieren o bien la repetición electoral o bien quedarse en la oposición. Por eso es importante ver si hay movimientos negociadores efectivos en los próximos días.
El argumento de que es mejor perder ahora algo más de tiempo para cerrar un buen acuerdo es plausible en un contexto de normalidad, pero no en la actual pandemia, cuando se necesita un Govern fuerte para gestionar la crisis sanitaria y la económica. Con un mes tendría que haber habido más que suficiente para pactar un gobierno, siempre que hubiera buena voluntad por parte de todos los actores.