La conferencia de Glasgow sobre el clima se alargará hasta el día 12. Hasta ahora se ha avanzado en los frentes de las emisiones de metano y de la deforestación. Está siendo otro paso, ni espectacular ni menospreciable, en un camino en que la humanidad se va comprometiendo a parar un proceso, el de la carbonización de la atmósfera, que puede ser causa de un daño ilimitado si no lo hacemos. Es un proceso que, además, tiene una característica singular que no han tenido otros episodios graves de contaminación atmosférica: a todos los efectos lo podemos considerar irreversible. Nos ha costado unos 200 años darnos cuenta del impacto negativo que la actividad industrial basada en la energía carbónica está teniendo sobre la atmósfera. Ahora costará unas décadas parar la máquina contaminadora. Alguna para construir la voluntad de hacerlo. Unas cuántas más para realmente hacerlo.
La alcaldesa de Barcelona ha estado en Glasgow. Ha hecho un muy buen papel y ha sido elegida vicepresidenta del grupo C40 de ciudades del mundo contra la crisis climática. Como barcelonés me enorgullece ver a la primera autoridad de mi ciudad destacar en la escena internacional y lo aplaudo para hacerlo en la mejor tradición de sus antecesores.
Pero me ha sabido mal, no lo negaré, que la alcaldesa aprovechara la oportunidad para criticar el proyecto de ampliación de El Prat y para sugerir, por lo tanto, que somos tímidos en la lucha por la descarbonización aquellos que en términos generales -y no necesariamente en los de Aena- somos favorables a ello. Me sabe mal porque yo me considero tan comprometido en esta causa como lo está ella. Los partidarios de la ampliación somos gente que comparte el espíritu y las conclusiones de Glasgow. Lo que no quita que podamos diferir con la alcaldesa en puntos de metodología sobre cómo llegar al resultado deseado. Hablemos de ello.
En declaraciones a los medios desde Glasgow, la alcaldesa manifestó que era más importante gastarse 1.700 millones de euros en Cercanías que en la ampliación del aeropuerto. Podría estar de acuerdo con esta afirmación si tuviéramos a disposición 1.700 millones y tuviéramos que decidir en qué nos los gastamos. Ahora bien, los 1.700 millones de Aena no existen. El proyecto es de inversión. Es decir: en el plan de Aena los recursos para pagar la ampliación del aeropuerto los generará la ampliación misma. La operación puente que lo haría posible sería un préstamo. Todo bastante convencional en un proyecto de inversión. Quizás lo podríamos entender mejor refiriéndonos a otro proyecto: el del Espai Barça. ¿Verdad que no diríamos que los 1.500 millones que tiene que costar estarían mejor gastados en iniciativas de estímulo al deporte base? No lo diríamos porque sabemos bastante bien que los 1.500 millones el Barça no los tiene. Los generará la ampliación. Eso sí: quizás podríamos esperar a que se generen más y que las creces vayan al fomento del deporte base.
Los ciudadanos de Barcelona, en su inmensa mayoría, querrían hacer de Barcelona un modelo de ciudad verde y socialmente inclusiva. Los que defendemos la ampliación del aeropuerto creemos que si lo tenemos que conseguir es indispensable que Barcelona sea también una ciudad económicamente productiva. Sería razonable pedir que cada proyecto de inversión sea neutral en cuanto a las emisiones de CO. Pero esto no es suficiente. Hace falta también que haya proyectos. Por ejemplo, en una ciudad productiva y dinámica no faltará el impulso de mercado para renovar la vivienda. La regulación puede entonces asegurar que el resultado sea más verde. También podríamos aspirar a que la actividad económica genere recursos fiscales que hagan posible conceder subsidios que favorezcan la inclusión y/o la sostenibilidad.
En definitiva: a una ciudad poco productiva, con economía estancada, no la haremos verde, y difícilmente inclusiva. Una cosa y la otra piden recursos. El arte de la política es saber impulsar simultáneamente la economía, la sostenibilidad y el carácter inclusivo. Una ciudad próspera será capaz de mantener un programa potente de vivienda asequible, o de transporte verde. El principio es muy general. Así, en el mundo serán los países más pobres los que tardarán más en implantar una agenda descarbonizadora. La pobreza tiene otras urgencias. Serán los países prósperos los que primero se podrán permitir los sacrificios que pide la agenda.
Trabajemos pues, con transversalidad política, por un país vip : verde, inclusivo y productivo. Y ojalá la alcaldesa de Barcelona ajustara su talante a este espíritu. Lo que ha entendido para el Barça -que el Espai Barça será más sostenible que el actual- convendría que lo entendiera también para otros muchos proyectos de inversión.
Andreu Mas-Colell es economista y catedrático emérito de la UPF y de la Barcelona GSE. Presidente del BIST.