Parece violencia; ¿es violencia?
Desconozco si tiene o no un alcance mundial, pero me parece que la moda de colgar candados en las barandillas de los puentes y en otros lugares parecidos está muy esparcida. De hecho, en algunos sitios turísticos las autoridades han tenido que tomar medidas para evitar estropear el mobiliario. Hace unas semanas, recorriendo con mi mujer el paseo marítimo de una localidad de la Costa Daurada, comentamos las sensaciones no muy agradables que nos generaban estos objetos oxidados y llenos de salitre. En apariencia, muestran una actitud posesiva enfermiza: "Eres mía (o mío), y así seguirán las cosas, sujetas con un cilindro de acero". Lo del corazón dibujado en un árbol quizás era más amable y flexible... El candado cerrado para siempre me sugiere una invasiva muestra de violencia simbólica, no una expresión de amor. Sin embargo, es muy probable que muchas personas piensen lo contrario e interpreten el hecho como un símbolo de lealtad, por ejemplo. Cuando se acosa en las redes sociales, o se abusa de mensajes y llamadas, el carácter agresivo, invasivo o amenazante del hecho es evidente. "Las ciberviolencias machistas –se explica en la web del departamento de Igualdad y Feminismo de la Generalitat– pueden manifestarse de muchas formas: desde el control constante de la ubicación hasta los insultos masivos en las redes sociales o la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento". Por desgracia, esto es cada vez más frecuente y puede llegar a tener consecuencias fatales; cualquier persona informada lo sabe. Esta campaña institucional, en definitiva, es oportuna y necesaria. En cambio, creo que la frase que la preside –"Si parece violencia machista, es violencia machista"– resulta poco afortunada. La cuestión, como veremos, va más allá del abismo semántico que existe entre los verbos parecer y ser.
Consideremos la posibilidad (espero que remota) de que el departamento de Interior pusiera en marcha una campaña con el lema "Si parece un ladrón, es un ladrón"; o que el Instituto Catalán de la Salud imprimiera carteles con la frase "Si parece cáncer, es cáncer". El lector puede añadir los ejemplos que considere oportunos; no es muy complicado. Quizás estoy muy equivocado, pero creo que sería más oportuna y eficaz una campaña que dijera, más o menos: "Si tiene sospechas de que le están robando al vecino, llame inmediatamente a la policía". O bien: "Si percibe alguna disfunción en su cuerpo, vaya lo antes posible al médico". Etcétera. De pulir el concepto ya se encargarían los publicitarios, que de eso saben mucho. Pero el objetivo debería ser este, no el anterior, porque detener a una persona por el hecho de que parezca un ladrón, por ejemplo, no es una buena idea.
Todavía hay una segunda cuestión. Aunque la expresión "Si parece violencia machista, es violencia machista" no es equivalente al enunciado "Si no parece violencia machista, no es violencia machista" –no se trata de una doble negación sino de una confusión entre una contrapositiva y una conversión de la proposición; disculpen el tecnicismo–, podría interpretarse en esa dirección. Y esto nos llevaría de nuevo a los siniestros candados oxidados que hay en las barandillas de muchos puentes: el hecho de que no parezcan un acto coercitivo en términos simbólicos no significa que quizás no lo sean de verdad. Existe un margen de incertidumbre, y no siempre es fácil de discernir.
¿Estamos hablando de un fenómeno completamente nuevo? En Las penas del joven Werther de Goethe (1774), por ejemplo, ¿hay acoso? Aunque Werther escribe cartas llenas de pasión, su insistencia hacia Charlotte, que no corresponde su amor, puede ser leída como una forma de presión emocional extrema que hoy probablemente consideraríamos intolerable, y con razón. Las emociones de las personas de finales del siglo XVIII y las de las personas de principios del siglo XXI no se han movido mucho, pero la forma de comunicarlas sí: la tecnología ha cambiado las reglas del juego. Es improbable –o al menos me lo parece a mí– que una campaña institucional pueda modificar los estratos más fondos de la conducta humana, porque evolutivamente son los que son. Al menos no conozco ningún ejemplo exitoso. En cambio, creo que no resultaría demasiado difícil comunicar a los adolescentes que llevan un monstruo potencial en el bolsillo: "Esa foto en apariencia inocente tomada en el baño puede tener consecuencias catastróficas en su vida". Por desgracia, algunas conductas parecen inmunes a las llamadas institucionales, mientras que los efectos de la pantallita son más fáciles de entender. Si parece un utensilio de control y dominación, no descartes que lo sea.