Pasar o no pasar página del Proceso, ésta es la cuestión

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Puigdemont durante el acto de presentación de su candidatura a Elna, en el Rosellón.

Pasar o no pasar página. Alrededor de ese dilema de aire hamletiano girará la carrera –ha empezado a girar– de las elecciones al Parlament. Es la cuestión, dejar atrás el Proceso o no, que el 12 de mayo tendrán que resolver con su voto los ciudadanos. Naturalmente, es una decisión que toca tomar sobre todo al electorado independentista, que ha vivido con desconcierto, frustración y enfado en los seis años y medio transcurridos desde octubre del 2017, pero que no ha dejado de desear y soñar en el estado propio.

Quienes interpelan a los ciudadanos en estos términos son Carles Puigdemont, al frente de la candidatura Junts-Puigdemont por Catalunya y el PSC de Salvador Illa. El resto de actores políticos serán igualmente juzgados según sea su respuesta a la pregunta, quieran o no quieran. De los tres posibles ganadores de las elecciones –PSC, ERC y Junts–, que juegan una liga propia, son los de Pere Aragonès quienes se encuentran en una situación más complicada, dado que su respuesta a la pregunta sobre si pasar o no pasar página es más matizada, menos binaria y, por tanto, más difícil de explicar y hacer entender en la era de la política emocional y la comunicación-espectáculo.

El pasado sábado, 6 de abril, al anunciar su candidatura y prometer regresar a Catalunya, Puigdemont se erigía, con plena conciencia, como el gran protagonista de la condesa. Su planteamiento es personalista: si desea la “restitución” del presidente “legítimo”, votame. De la comunicación se ha borrado cualquier referencia a Junts, apelando al concepto de frente amplio, de “la gente”, donde lo importante es la autenticidad independentista, y se arrincona, al menos por ahora, la ideología – más de izquierdas, más de derechas, de centro y las propuestas sobre asuntos concretos. Aquel 6 de abril, en Elna, en la Catalunya Nord, por los altavoces sonó la canción Hermosa Ciao, himno antifascista. El acto se cerró con No Surrender, de Bruce Springsteen.

Se ofrece al ciudadano una entrada para revisitar el sueño de esas manifestaciones, de esa ilusión, de ese 1 de Octubre. Se le brinda conectar de nuevo con la épica. A huir, aunque sea un rato, de la gris, pesada e inquietante realidad. Poesía contra prosa. Se apela a las emociones y sentimientos, a la nostalgia. El regreso a un paraíso que no fue.

Como se apela al corazón, quedan en segundo plano, se busca que queden, evidencias como Puigdemont y los suyos, si mandan, lo que tendrán que hacer es ocuparse de un gobierno autonómico con un blando de problemas por resolver y retos por encarar. O que fue justamente Puigdemont quien –acertadamente, en mi opinión, pese a que el expresidente dé ahora a entender que fue una equivocación– el 27 de octubre de 2017 retiró la misma independencia que acababa de declarar. O que se reclame un referendo mientras se reivindica el valor del 1-O. Etcétera. La tozuda realidad y las contradicciones son lo de menos. La prosa aquí no cuenta mucho.

La prosa se la deja Puigdemont a Salvador Illa, que sale como favorito a los sondeos y al que el expresidente tratará de atrapar. Quien fue ministro de Pedro Sánchez apuesta no por volver al pasado, sino por olvidarlo o, mejor aún, hacer como si no hubiera existido. El actual primer secretario del PSC es el más afilado con el PSOE de todos los primeros secretarios que ha tenido el partido, como Puigdemont no deja de recordarle con un deje de menosprecio. Claro que el Partido de los Socialistas de hoy no es el de ayer: se ha transmutado y transmutado sus bases. Puigdemont e Illa hablan –y debaten–, sin embargo, de lo mismo. El primero invita a revivir el sueño. Isla, a despertarse de una vez y olvidar la pesadilla. A pasar página definitivamente.

Esta campaña se enmarca en la resituación política iniciada con posterioridad en otoño de 2017 y que sigue en marcha. Cataluña está transitando lentamente hacia otro estadio. Esta evolución es inexorable, pero el punto de llegada no lo conocemos del todo. No volveremos a 2017, pero tampoco exactamente a la situación anterior al Proceso independentista. El penúltimo hito de esta recomposición política lo establecieron los pactos de Puigdemont con Sánchez y la ley de amnistía, pese a que el primero se felicite por ser el negociador más canto y áspero del segundo. Los comicios del 12 de mayo constituirán un nuevo hito. De los resultados electorales y los pactos posteriores dependerá el ritmo del cambio político y dibujarán también las posiciones, mejores o peores, de los principales actores en el tablero de juego.

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