Cómo peor, peor

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Míriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso de Diputados, en una imagen de archivo junto a Josep Maria Cruset.

La negociación de los presupuestos generales del Estado (PGE) para 2011 nos da muchas lecciones. En el pico de la crisis financiera, el gobierno del PSOE dependía crucialmente del apoyo de varias minorías. La mayor era CiU. El gobierno del Estado estaba muy dispuesto a negociar para sobrevivir políticamente en aquellos momentos tormentosos, cuando muchos gobiernos europeos caían ante el embate incontrolable de la crisis financiera. CiU no quiso entrar en la negociación porque debía enfrentarse al PSC en las elecciones al Parlament de Catalunya que debían hacerse en noviembre. Sentía que un pacto en Madrid era incompatible con la competición electoral en Catalunya. Ante la negativa de CiU a pactar, el PSOE tuvo que ponerse en manos del PNV. Si el PNV hubiera seguido la lógica de CiU se habría negado a negociar dado que, desde 2009, estaba en la oposición, a consecuencia de los cambios de mayorías parlamentarias derivadas de la ilegalización de Herri Batasuna y de la formación que le había sustituido a efectos electorales. Tenía muy buenas razones para mostrar su disgusto en el PSOE y para votar movido por la rabia de haber perdido –en favor del PSE– la lendakaritza y el gobierno. Pero siguió su propia lógica, consistente en obtener lo máximo que pudiera en beneficio de su ciudadanía. Una lógica que separaba la política y los sentimientos, por calientes que fueran, de los intereses y del servicio a su ciudadanía aunque estuviera en la oposición. Además, no olvidemos que seguía habiendo más de mil vascos prisioneros a más de mil kilómetros de su casa. Con todas estas circunstancias en contra, que habrían justificado la renuncia de minorías catalanas a pactar mejoras económicas en Madrid, el PNV no sólo pactó sino que logró una de las mejores cosechas de ventajas económicas que había obtenido nunca desde la entrada en funcionamiento de su Estatuto de Autonomía. Puso las bases para la secuencia, ininterrumpida desde 2012, de gobiernos de Euskadi con presidencia del PNV.

Esta pauta se ha repetido a ambos lados: 1) el PSOE ha buscado el apoyo de minorías catalanas para la aprobación de los PGE; 2) no lo ha obtenido de minorías catalanas por razones políticas, y 3) lo ha obtenido, a mayor precio, por parte del PNV. Recuerdo, por poner un ejemplo de que todavía no está lejano, que ERC se negó a aprobar los PGE del PSOE en febrero del 2019 porque se estaba en pleno juicio del Proceso, pese a los ruegos de Pablo Iglesias, que visitó Oriol Junqueras en prisión por pedirle apoyo a su aprobación. Eran unos PGE con mucho gasto social y con mucha inversión en Catalunya, lo suficientemente buenos para poder justificar incluso una prórroga ante el horizonte electoral del 2020. Todo el mundo veía que Pedro Sánchez buscaba excusas para convocar elecciones anticipadas dada la dependencia indeseada de Podem (que tenía 71 diputados) y de las minorías catalanas. ERC prefirió perder su influencia y los mejores PGE que se le ofrecían desde hacía muchos años. Sánchez convocó de inmediato elecciones con la excusa que le ofreció en bandeja ERC, y logró lo que quería: poder gobernar solo –y tranquilo– con Ciutadans. Entre ambos tenían la mayoría absoluta. Solo la infinita presuntuosidad de Albert Rivera, que aspiraba a una repetición electoral para superar al PP y sustituirle como líder de la derecha, frustró este resultado y salvó a las minorías catalanas de su completa irrelevancia política en el Congreso de los Diputados .

¿Haremos lo mismo ahora? Escuchando los discursos de Junts en el Congreso y el precedente de haber tumbado este julio el techo de gasto y los objetivos de déficit junto al PP y de Vox, se ve venir que volverá a repetir el mismo voto ante la misma petición del gobierno central. ¿Votará Junts en contra de las ganancias económicas y materiales que puede ofrecer a sus ciudadanos? Sé que no son suficientemente grandes, pero ¿cuántos “billetes” de cientos o miles de millones de euros que podrían mejorar el bienestar de su ciudadanía están dispuestos a perder? ¿Se dan cuenta de que los malos resultados electorales son fruto del alejamiento de muchos votantes que se sienten desprotegidos por quienes los representan? ¿No recuerdan ejemplos recientes como el de Ciutadans (en el 2019) o el de ERC (hace solo seis meses), que han provocado convocatorias electorales anticipadas solo por encontrarse con desastres completos que llevan a la irrelevancia oa un papel secundario? Me atrevo a orar a nuestros representantes –sean cuales sean– que piensen bien en los efectos de sus votos: en el Congreso de los Diputados pueden tener fatales consecuencias. Más vale votar a las decisiones menos políticas pero económicamente relevantes para dar más fuerza a cuando se vota no. Algunos piensan que cuanto peor, mejor, pero creo no equivocarme si interpreto en los últimos años como una demostración que como peor, peor (para todos, especialmente para quienes lo promueven).

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