Leo la entrevista a la consejera después de la chapuza de adjudicación de plazas en el Departamento de Educación. Para empezar, hay que decir que esta palabra catalana, chapuza, es magnífica. Nyap significa algo no exitoso, mal hecho. Dice en Coromines que hacer chapuza también significa "coger algo con violencia, o repentinamente". Nyap viene de naño, "buño que sale a alguien a consecuencia de un golpe". Todas estas connotaciones de cosa repentina, violenta (por cómo afecta a las personas) mal hecha, boteruda o abolladura, podrían aplicarse al asunto de los titulares recientes.
La filosofía es una extraña actividad que desfila la madeja de las chapuzas. El mejor ejemplo de este interés estrambótico por lo que no encaja fue Sócrates, paseando por los mercados de la ciudad, cenando en casa de amigos, hablando con los más jóvenes. Su propósito era hacer ver al interlocutor convencido de que, en realidad, no sabía lo que se decía. Después de poner en evidencia que lo que pensaba que estaba diciendo de hecho era otra cosa, recomendaba cuidadosamente tener el valor de escucharse un poco. Quizás un ejercicio similar podríamos hacer con la cuestión de la chapuza en la conselleria. Ante todo cabe decir que soy literalmente incapaz, en estos momentos, de explicar con precisión el problema de la adjudicación de plazas. Dice la conselleria que ha habido un error intencionado que "se ha resuelto" con un cese. También dice que "hace falta más fortaleza técnica". ¿En qué consiste una virtud de este tipo? Puede hablarse de fortaleza física o incluso moral, en el sentido de tener el valor de actuar según el bien común. Pero una fortaleza técnica, ¿qué quiere decir, sin la voluntad política que le orienta y le da sentido? En el caso de aplicar un procedimiento administrativo considerado injusto, aunque técnicamente deba ejecutarse, ¿qué hacer? Si el procedimiento administrativo afecta a un grupo numeroso de personas, ¿la respuesta es ser técnicamente fuerte o más bien actuar con justicia? Una cosa es la justicia y otra muy distinta la fortaleza técnica, oxímoron del que nadie puede salir bien parado. Sin embargo, en nuestro mundo, los procedimientos son la clave y la política –dice Jean-Claude Milner– se reduce al binomio "problema-solución" –que aquí podríamos traducir por el binomio "chapuza-reacción"–. En la entrevista también se dice: "Hay que mejorar la planificación para mejorar la calidad del sistema educativo y, de rebote, mejorar la confianza." ¿Qué va por delante, la relación de confianza o la planificación y la calidad? ¿Si la conselleria no piensa en los maestros y sus vidas de qué le sirve ser técnicamente fuerte? Lluís Duch subrayó la crisis de las relaciones de confianza en las sociedades contemporáneas. La falta de confianza es sustituida por los procedimientos administrativos y la "fortaleza técnica". Esta sustitución responde a la quiebra de la política como un discurso de fondo orientado al bien común. Por eso las chapuzas apuntan bien y hacen diana. Como Sócrates haciendo hablar a sus conciudadanos, la chapuza señala una verdad incómoda de la política. ¿Qué hace de esta verdad la conselleria?