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Este lunes por la mañana el director de TV3, Vicent Sanchis, comparecía en el Planta baixa para dar la versión oficial de la polémica alrededor del programa Bricoheroes y la censura de un gag en el que el personaje de Peyu, cuando le pedían qué le haría ilusión si fuera millonario, admitía: “Me haría gracia que me la chupase Letizia Ortiz”. El chiste, además, contenía una segunda parte, previamente eliminada por el propio Peyu, en la que se hacía referencia a que se la chupase una de las niñas, menor de edad.

Sanchis aclaró que no se trataba de censura sino de establecer unos límites en los contenidos de una televisión pública. Y que estos límites no tienen que ver con la monarquía o el miedo al escándalo político. Y tiene razón. En la televisión pública no cabe todo. La astracanada de Peyu es inequívocamente machista. Denigra a las mujeres. Pero Peyu ha considerado en su comunicado que el chiste es ”irreverente” y su humor es “transgresor y atractivo”. Y en un despropósito argumental ha aducido que la burla no es machista porque el deseo se atribuye a los delirios de su personaje si fuera millonario, y ya sabemos todos cómo son los millonarios. Ejem. 

La broma de Peyu es mala, barata, chapucera y fácil. Pero como apunta a la monarquía pretende que nos lo traguemos como una delicatessen ideológica, antimonárquica y valiente cuando en realidad no tiene ni unos mínimos de ingenio. Cuando con el humor optas por usar el hacha tienes que procurar que el contexto lo justifique y revestir la historia de unos argumentos que, en el momento preciso, justificarán el uso de la máxima dureza e irreverencia. Pero el diálogo entre Jair y Peyu era blando y absurdo y el chiste machista lo metieron ahí en medio con una gratuidad propia de los guionistas más vulgares y torpes. La estatua de oro de la cabra que ha quedado en la versión original hace más gracia. 

El chiste de Peyu no era transgresor. Al contrario. Era caduco. Anhelar mamadas ya lo hacían Esteso y compañía. Y apuntar a la Corona a menudo es más fácil que disparar contra los súbditos porque la astracanada te la sustenta el espíritu republicano y esto le da un disfraz de falso coraje. Pero lo que hace Peyu es utilizar la Corona para disimular un chiste malo. Peyu tampoco puede alegar muchas conspiraciones en su contra cuando en el ente público ha tenido programa propio de tele, le han encargado especiales, hace colaboraciones habituales, tiene un programa de radio y lleva tres temporadas haciendo Bricoheroes

La televisión pública tiene que tener unos límites. Y en estos límites no entran el machismo ni sus derivados. Y si a Peyu no le parece bien, puede probar fortuna en 8TV, que, por lo que hemos visto, ahí son de manga ancha con el machismo y otras fobias. Si dejamos que el chiste de la mamada de Peyu forme parte de los contenidos de la televisión pública estaremos abriendo la puerta a mucha otra basura. Por supuesto, la televisión pública sí tiene que incluir el humor transgresor y la irreverencia, pero cuando lo haga esperamos que tenga mucha más inteligencia y audacia.

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