Mi piel no es tu disfraz

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La polémica del rey negro pintado

Para una persona negra, asistir a la cabalgata de Reyes en según qué municipio de Catalunya es sinónimo de vivir una deshumanización que nace de una violencia normalizada y de un racismo patente. Este es el caso de Girona, Ripoll o Igualada, donde, a pesar de que hace décadas que quedó atrás ese tiempo en el que faltaban vecinos negros para llenar la comitiva de Baltasar, las familias negras tienen que ver cómo sus impuestos se destinan cada año a convertir la negritud en un disfraz que desfila por las calles en una fecha tan señalada en la mente de los niños como es la de la noche de Reyes.

Ninguna festividad, ninguna tradición ni argumento pueden justificar representar a personas negras pintando a otras que no lo son. Esta caricaturización, conocida como blackface, tiene sus orígenes en la esclavitud, y es una expresión de dominio y de violencia simbólica ejercida sobre la población negra a través de su ridiculización para la diversión de unos determinados colectivos.

Cuando todavía no nos hemos recuperado de la ola reaccionaria en forma de comentarios racistas en las redes por el anuncio de los primeros nacimientos del año en Catalunya, las rúas de los tres Reyes Magos profundizan en esta herida abierta sin curar: el racismo normalizado en la nuestra sociedad. Es exasperante tener que recordar, aún hoy, que el derecho a una celebración en nombre de la tradición no pasa por delante ni del deber de no discriminar, ni del derecho a no ser discriminado.

Como capital de provincia, con una población de más de cien mil habitantes, con un gobierno encabezado por un partido progresista y con una concejalía de Igualdad y Justicia Social encabezada por una persona negra, el caso de Girona es el más difícil de asimilar. Las reticencias a erradicar esta práctica racista son conocidas: el argumentario va desde el tópico "no encontramos personas negras" a la excusa de que "la organización y dominio de la ceremonia requiere mucha preparación". Argumentos que beben de una falta clara de la aplicación de una perspectiva antirracista en la organización, así como de la falta de voluntad real del Ayuntamiento en dar este paso y reconvertir esta celebración, actualmente discriminatoria, en un proyecto de ciudad. La entidad organizadora que recibe financiación del Ayuntamiento, Els Manaies, lleva más de medio siglo al frente de esta festividad en una dinámica pseudoendogámica en la que los efectivos de las tres comitivas se repiten cada año, con cambios mínimos cuando hay alguna baja, lo que hace más difícil el relevo.

La abolición de esta práctica no puede esperar más. Hay que trabajar desde hoy mismo para que las rúas de 2025 no sean insultantes para una parte de la población gerundense. En efecto, en toda Catalunya urgen gobiernos municipales que no titubeen cuando hay que hacer frente al racismo, y partidos políticos que no limiten su antirracismo a acciones simbólicas como la presencia de personas racializadas en sus filas.

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