Política lingüística

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El Presidente de la generalidad, Salvador illa, en la Reunión de Gobierno de hoy martes

Una de las mejores noticias del nuevo Govern de Salvador Illa ha sido la elevación a rango de conselleria de Política Lingüística. El futuro dirá cuánto talento, presupuesto y voluntad política se dedicará a ello, pero que el catalán fuera objeto de esta distinción era necesario teniendo en cuenta las señales de emergencia.

Ayer el Govern fijó la línea para la legislatura, en la que destaca "hacer fácil el uso del catalán" y "extender actitudes positivas e implantar hábitos de uso favorables al catalán". La pregunta, claro, es cómo hacerlo, porque el comodín de la seducción ya hemos visto que solo funciona si existe voluntad de la otra parte. Y si de facilidad se trata, no debe ser difícil hacer fácil el uso de una lengua que es fácil para todos los hispanohablantes y que para los recién llegados es igual de desconocida que el castellano. Pero tanto la facilidad como la actitud positiva remiten a un voluntarismo que escapa al deseo de cualquier gobierno. Y por eso, si en serio el Govern identifica como un problema que el uso del catalán vaya a la baja, ¿es implanteable que el catalán sea de obligado conocimiento como sí lo es el castellano?

Y si esta medida hace que alguien se eche las manos a la cabeza, ¿podemos empezar por pedir por ley a las empresas que se aseguren de que sus trabajadores son competentes en la lengua, sobre todo cuando están en contacto con clientes? La necesidad de una lengua la hace más atractiva de repente.

Y mientras llegamos a un acuerdo de refuerzo, que nadie pueda decirnos “es que a mí me ven la cara y no me hablan en catalán”. Recordemos a Carme Junyent: “Hay un 15% de militantes y un 15% de hostiles. Es triste, pero es su opción. Y tenemos un 70% de indiferentes. Y un 70% es mucha gente, y con esta sí que puedes conseguir cambios”.

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