Alberto Núñez Feijóo con su nuevo equipo directivo
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Pasado el ciclo electoral de municipales, autonómicas y generales, el Partido Popular está de luto. El partido y su entorno se habían convencido de la conquista del gobierno de España, y es cierto que la han tocado con la punta de los dedos, pero se les ha escurrido, como la arena del reloj o el tiempo que huye irreparablemente. El efecto Feijóo se desinfló, la operación Moncloa fracasó y, aunque de puertas afuera el PP augure una vida corta al gobierno de Pedro Sánchez, lo cierto es que no saben cuándo podrán volver a tener una ocasión como esta tan al alcance, tan cerca.

En esta columna se rehuyen los vaticinios de futuro, pero reconozco que me sorprendería que Feijóo volviera a ser candidato a la presidencia del gobierno de España por el PP. Mientras tanto la vida debe continuar, y el espectáculo (un sinónimo bastante exacto de la política española), también. El PP ha retocado su cúpula: la singular Cuca Gamarra ha sido promovida a la secretaría general, y en el lugar que hasta ahora ocupaba, de portavoz del PP en el Congreso, ha entrado Miguel Tellado, un mastí nde los de toda la vida (corría el rumor de que sería Esteban González Pons, pero eso no era posible porque habría obligado al señor Pons a trabajar un poco). La única Tellado que nos interesa es Corín, pero el nuevo portavoz pepero ha empezado a decir cosas y no quedará más remedio que escucharlo.

Este martes dio una entrevista a Catalunya Ràdio y se limitó a recitar, con convicción, el argumentario del partido para esta etapa, a saber: por pura ambición personal, Pedro Sánchez ha construido un gobierno en el extranjero con un prófugo de la justicia que impulsó un gobierno terrorista; la ley de amnistía es un atentado contra la igualdad y la convivencia; se ha atacado la independencia judicial y la separación de poderes, que sustentan a la democracia. Preguntado por Ricard Ustrell sobre si sienten la necesidad de desmarcarse de la extrema derecha de Vox, Tellado puso voz de ofendido y afirmó que el PP es un partido de centroderecha liberal que no necesita desmarcarse de nadie porque tiene una personalidad propia y definida. En definitiva, un sostenella y no enmendalla en toda regla, y en la más rancia tradición del propio Partido Popular.

La realidad es que los pactos y acuerdos de gobierno firmados con Vox en diferentes comunidades autónomas (empezando por la Comunidad Valenciana y Baleares, donde estos gobiernos han abierto una verdadera guerra contra la lengua y la cultura catalanas), y después el apoyo a las manifestaciones ultras en la calle Ferraz y otros lugares, han ligado más que nunca el camino del PP con el de la extrema derecha y el ultranacionalismo españolista. Han construido un discurso basado exclusivamente en tergiversaciones y falsedades, y se han embarcado en una aventura extremista de la que solo pueden salir bien si los vientos involucionistas que soplan en Europa acaban beneficiándolos de carambola, porque demuestran no tener iniciativa propia. En medio de todo esto, el presuntamente moderado Feijóo solo hace ese papel que, en Mallorca, se conoce como hacer de Pere Mateu.

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