Redada del jabalí en el Parque Natural de Collserola, cerca de Sant Cugat del Vallès.
Núria Almirony Eze Paez
11/12/2025
3 min

La detección de peste porcina africana (PPA) en jabalíes en el entorno de la UAB ha generado un gran alboroto: el impacto económico podría ser enorme si los cerdos en granjas se contagian. Sea cual sea la causa de este brote, la respuesta institucional y mediática se ha orientado inmediatamente hacia medidas que, de forma implícita o explícita, criminalizan a la fauna silvestre –en este caso, los jabalíes–. Esta visión, además de simplista y trágica, distrae del problema real.

La PPA es una enfermedad vírica que afecta exclusivamente a los animales de la familia Suidae (cerdos, jabalíes y otros suidos). El virus es originario del África subsahariana, donde circula desde hace miles de años sin causar mortalidades masivas en la naturaleza. En cambio, es letal para los cerdos domesticados y los jabalíes europeos y asiáticos, que han evolucionado por separado y no tienen inmunidad adquirida. Pero el virus no se propaga de forma natural a largas distancias, porque depende de vectores como garrapatas específicas o contacto directo. Por eso, todas las introducciones del virus fuera de África documentadas hasta la fecha han sido causadas por los humanos –sobre todo por movimiento de cerdos infectados o alimentación con restos contaminados–. Hay que tener en cuenta, además, que el virus se estudia desde hace años en laboratorios de toda Europa buscando una vacuna que inmunice a los cerdos en las granjas. Esta investigación implica transportar y trabajar con el virus fuera de su territorio de origen. Los jabalíes, por tanto, no son ni pueden ser la causa de la expansión de la PPA: sólo son una víctima más.

El verdadero factor de riesgo es el modelo de producción alimenticia actual. En España hay casi 34 millones de cerdos, más de 8 millones de los cuales se encuentran en Cataluña, concentrados en granjas. Se trata de una industria fuertemente orientada al mercado –el 80% de los animales criados en Cataluña lo son para la exportación– y con un peso muy importante en la economía catalana. Este peso influye en las políticas públicas y lleva a muchos actores a proponer matar jabalíes para "salvar" a los cerdos confinados. Sin embargo, el valor económico del sector porcino es un espejismo, porque no incluye los enormes costes éticos, medioambientales y sociales de este negocio –costes que pagan los animales, la ciudadanía, la salud pública y las futuras generaciones–. Sólo ese autoengaño colectivo permite normalizar la eliminación de fauna silvestre para preservar el negocio de los cerdos.

Esta inversión de prioridades no es ninguna novedad. Hace siglos que lo ejercemos. Actualmente, de todos los mamíferos que habitan el planeta, el 4% son animales que viven en libertad, el 36% son humanos y el 60% son mamíferos bajo control humano. Si consideramos a todos los animales bajo control humano, el 99% son explotados para la alimentación humana. Se ha estimado que esto representa en cualquier momento a unos 368.000 millones de animales sobreviviendo en granjas ganaderas y acuícolas en el mundo. Pero sus vidas son cortas. La rotación dentro de las granjas es tal que se estima que matamos unos 27 billones al año, incluidos los animales marinos. Es decir, cada año matamos para comer una cantidad de animales equivalente a 231 veces a todos los seres humanos que han existido nunca en el planeta Tierra. Esta situación es, por ejemplo, la causa de que un tercio de la superficie terrestre libre de hielo y cerca de 77% de las tierras agrícolas se dediquen a producir pienso para alimentar animales. El resultado es un modelo insostenible y éticamente indefensable que, además de generar billones de vidas de sufrimiento, extingue especies, degrada el suelo, contamina el agua y el aire, incrementa las emisiones y crea de forma recurrente las condiciones para que aparezcan y se propaguen nuevas enfermedades.

En Cataluña promovimos durante décadas el aumento de la población de jabalíes porque, después de siglos de caza excesiva y de profundos cambios en el uso del suelo, su número se había reducido radicalmente, algo que los cazadores no veían bien entonces. Ahora al mismo animal que multiplicamos se le declara "plaga" y se justifica su erradicación masiva –con o sin peste porcina africana.

La crisis de la PPA nada tiene que ver con el número de jabalíes actuales, que consideramos excesivos de manera arbitraria cuando nos conviene, sino que es el síntoma de un sistema alimentario insostenible que genera enorme sufrimiento animal, ocupa y contamina el territorio, destruye biodiversidad y multiplica riesgos sanitarios. Continuar culpando a la naturaleza es cómodo. Revisar el modelo que alimenta esta crisis es incómodo, pero es la única vía realista.

stats