Profundamente, decisivamente...
Yo no sé qué equipo de guión le escribe los discursos al rey de España, pero siempre me imagino que se ríen cuando eligen las frases. Se ríen del vacío, del cliché, al igual que los periodistas del corazón ríen cuando hablan de "gestos de evidente complicidad" o del "rincón favorito" de la casa de un famoso.
En su discurso en el Palacio Real, en el quincuagésimo aniversario de la muerte de Franco –el casi padre adoptivo de Juan Carlos I–, Felipe VI ha alabado el emérito. Aquí copio algunas de las expresiones filípicas. Ha hablado de "la firme voluntad de la Corona" que "contribuyó decisivamente a abrir el camino hacia la democracia". De su padre, ha dicho que actuó como "catalizador clave". Y de la monarquía, que "asumió entonces un papel claramente activo" e "integró a todos los españoles en un momento determinante".
Cuando hablas de la voluntad de la Corona se te entiende, pero cuando la voluntad es firme, en realidad, aunque remarcándolo, esparce la duda. Lo mismo ocurre con el "catalizador clave". Puedes ser un catalizador, pero si eres un catalizador clave significa que hay más de uno y que el tuyo es el bueno, lo que minusvalora al conjunto. Igualmente, puedes "contribuir" a una causa, pero es mejor si contribuyes a ello decisivamente. El papel de alguien puede ser activo, pero si es claramente activo significa que podría no serlo.
Me encantan los discursos de Felipe, sin zumo ni brezo, sin gracia, sin ninguna broma o emoción, sin sentimientos, robóticos, aburridos. Quiero decir, perdón, que me gustan profundamente los discursos de Felipe, sin decisiva gracia, sin broma determinante o emoción sincera, sin sentimientos sinceros, claramente robóticos, profundamente aburridos.