No dejéis de leer el reportaje en el Ara Baleares de Alba Tarragó sobre la relación directa entre el turismo y el aumento de la demanda de prostitución en Baleares, que llega a triplicarse o cuadriplicarse durante la temporada de verano. Para los lectores de fuera de las Islas, lo que se explica sobre este fenómeno es de aplicación también para Catalunya y País Valenciano y, en general, cualquier lugar turístico del Mediterráneo. En las islas, sin embargo, territorios acotados, lo que ya es exagerado por sí mismo siempre se magnifica todavía un poco más. O mucho más. Una trabajadora sexual que hace declaraciones en el reportaje explica que ha ejercido la prostitución con turistas en Madrid y en Barcelona, pero que, en Mallorca, "la demanda es muy superior". También declara que combina la prostitución con otras actividades profesionales (“en la hostelería”), y también “incluso con estudios”. El delegado del sindicato de trabajadoras sexuales Otras en Baleares, Miquel Bibiloni, establece un vínculo directo entre el incremento de la prostitución y "el contexto de bonanza económica", y compara la situación en Mallorca con otros lugares no necesariamente turísticos, o no exclusivamente, como los centros turísticos de Ginebra, Nueva York o Dubái. A su vez, esto tiene que ver con la liminalidad, concepto que aporta la politóloga y experta en género Neus Tur, es decir: la conciencia del hecho de encontrarse en un lugar ambiguo, indeterminado, cercano a los no-lugares teorizados por el recientemente traspasado Marc Augé, la casta de lugares en los que el turismo de masas convierte todo lo que toca. Como dice Tur en el reportaje: “Donde todo está permitido y parece que nada tiene consecuencias”. Para muchos, el sitio ideal para consumar la vieja fantasía de poder y posesión masculinos que representa la prostitución. La masificación genera más masificación: mujeres que llegan para ejercer la prostitución (como la testimonio del reportaje, o, mucho más a menudo, reclutadas por mafias internacionales) como oferta complementaria para los turistas. Y, por supuesto, muchos más puteros que llegan de todo el mundo, atraídos por la llamada de un sitio donde encontrarán sexo de pago en abundancia y sin problemas.
Es, también, la idea de libertad que, desde la pandemia, suele relacionarse con el Madrid de Ayuso, pero que en Baleares hace tiempo que funciona. El nuevo gobierno de Marga Prohens ya ha anunciado su intención de abrir al máximo la manga suficientemente ancha del turismo de masas en Baleares. Los empresarios piden que la nueva ley turística sea “ambiciosa”: la anterior, pionera en la regulación del sector, era del gobierno Armengol, y les parecía demasiado restrictiva. Mientras, la patronal Pimeco exige que se derogue también la normativa sobre cruceros, dado que, según ellos, "Palma es un desierto" este verano, y sus negocios "solo pueden sobrevivir si hay cruceristas". Un desierto con 7,1 millones de turistas en el primer semestre. A estos negociantes que se mueren sin cruceristas, les sugeriríamos que traten de trabajar. Será una nueva experiencia, y quizás sacan algo bueno.