La próxima batalla de la lengua

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La próxima batalla  de la lengua

El Parlament acaba de aprobar una moción favorable a un nuevo pacto nacional por la lengua. Se trata de una necesidad que comparte la mayoría del país, después de que en la última década los factores demográficos, económicos y socioculturales hayan evidenciado las dificultades a las que se enfrenta nuestra lengua. Por no hablar de la hostilidad manifiesta del estado que -teóricamente- la tendría que proteger.

El catalán necesita urgentemente herramientas para sobrevivir. Algunas de estas herramientas están dentro de cada uno de nosotros, como individuos, como sociedad y como nación; otras están en manos de los poderes públicos catalanes, y unas terceras dependen de lo que disponga el gobierno español y la UE (son altamente recomendables, en este sentido, las recetas propositivas que ha recopilado Enric Gomà en el libro colectivo Molt a favor, publicado por Eumo).

Lo que depende de nosotros es el uso efectivo del idioma. Vivir en catalán. Premiar comercios y empresas que cuiden el catalán. Hablarlo siempre, con toda naturalidad, sin cabrearse pero sin ceder; resistiendo el instinto atávico de cambiar de idioma en entornos bilingües, y rechazando las protestas de los defensores de un falso bilingüismo.

También es importante consumir cultura y contenidos en catalán. A nadie se le escapa que la gran batalla cultural y lingüística de nuestros días tiene lugar en el ámbito audiovisual. Y a pesar de la debilidad endémica de nuestra lengua (y de todas las lenguas no globales) en este ámbito, tan sometido a las inclemencias del mercado, la coyuntura actual nos abre una ventana de oportunidad: el gobierno español tiene que aprobar la adaptación española de la legislación europea sobre el audiovisual, y lo tiene que hacer en un contexto en el que los votos de los partidos catalanes son valiosos. Recordemos que la propuesta inicial del gobierno de Sánchez deja el catalán fuera de las cuotas que todos los estados europeos han establecido para proteger sus lenguas. Solo recoge la obligatoriedad de producir un 30% “en castellano o en las otras lenguas del Estado”, lo cual puede condenarnos a una discriminación que no sufrirán otros europeos con lenguas más pequeñas que la nuestra, pero con estado propio.

Esta cuestión es decisiva para el futuro de la lengua propia de Catalunya, y es de esperar que los grupos independentistas -ojalá también el PSC y los comuns- hagan valer sus votos en el Congreso de Diputados.

El gobierno catalán prepara su propia ley del audiovisual, pero no podrá blindar el catalán si no se incide sobre la ley española. En cambio, hay una parte del trabajo que sí se puede hacer desde aquí, y de momento no se hace. Si queremos cuotas, necesitamos llenarlas con contenidos de calidad. Necesitamos dar salida al talento que generamos, reforzar una industria audiovisual diezmada y sacar del bache a esta poderosa herramienta de producción y difusión que tendría que ser la televisión pública. Esto implica: a) la renovación de la cúpula de la CCMA, con el mandato caducado desde 2015, b) la reforma interna de TV3, que asegure su suficiencia financiera y la prepare para competir en un panorama mediático con perspectivas continuadas de cambio, y c) la sustitución de estructuras obsoletas por contenidos renovados, flexibles, adaptados a los usos y los gustos de un público nuevo.

Nos hace falta la protección de una cuota para que la dictadura del mercado no nos trague, pero esto no servirá de nada si no somos capaces de producir contenidos de calidad, que, además de satisfacer a los consumidores catalanes, sean competitivos para una audiencia global. El talento y el capital humano están, de sobra. Y con esto ya tenemos mucho ganado.

Toni Soler es periodista.

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