Puigdemont: principio de incertidumbre

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El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en Bruselas.

La mejor decisión de los últimos siete años por parte de los dirigentes independentistas ha sido la de aquellos que después de los hechos de octubre de 2017 y la aplicación del artículo 155 optaron por irse al exilio. Se trata de una decisión que ha permitido internacionalizar el conflicto de fondo entre Catalunya y el Estado, así como constatar las carencias liberal-democráticas de la cúpula judicial española. El reiterado ridículo de los jueces del Tribunal Supremo frente a los tribunales de la Unión Europea, el Consejo de Europa y del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha sido constante. Se ha constatado la inexistencia del estado de derecho español en relación al independentismo. El centro de gravedad de ese proceso de internacionalización ha pivotado en los exiliados y, sobre todo, en el president Puigdemont. Y el tema no ha terminado.

El momento político actual está presidido por tres elementos: la ley de amnistía, el regreso de Puigdemont y el acuerdo de investidura entre PSOE y ERC. Queda claro que estos elementos cierran el período del exilio y se inicia una nueva etapa en el proceso de la emancipación nacional.

1. Amnistía. La no aplicación de la ley de amnistía por parte de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo español se resolverá en el Tribunal Constitucional y en los tribunales europeos. Se trata de nuevo de una violación de uno de los principios de los estados de derecho: los jueces no pueden no aplicar la ley. La retórica de Marchena y compañía no es más que la envoltura de una prevaricación impulsada desde el nacionalismo de estado. Los retorcidos argumentos del Supremo quedan desautorizados por el propio voto particular de la jueza que ha disentido de la resolución judicial. Un voto particular que puede resultar decisivo en la resolución del caso. La inacción y silencio de las instituciones del estado (fiscal general, gobierno central, ministerio de Justicia) muestran una complicidad de fondo.

2. El regreso. En las cambiantes circunstancias actuales el liderazgo de Puigdemont presenta similitudes con el conocido principio de incertidumbre de la física cuántica establecido por Heisenberg hace casi un siglo. Este principio establece que no se puede conocer a la vez con precisión la posición y el momento (concepto relacionado con la velocidad) de una partícula. Una máxima información sobre una de estas dos variables supone pagar el precio de una máxima incertidumbre sobre la información de la otra. Se trata de un límite de la naturaleza relacionado con la constante de Planck. Si Puigdemont es encarcelado, a través de una detención que todo apunta a que será ilegal, su posición será muy precisa, pero las consecuencias de su momento, de su acción revulsiva, resultarán poco conocidas y controlables. Y esto va más allá de los partidos. Incluye también el ámbito de las organizaciones civiles y ciudadanos.

3. Acuerdo/Investidura PSOE-ERC. Por el momento es un acuerdo situado en el ámbito de la retórica por la investidura de un candidato socialista. La letra suena bien, como casi todas las letras, pero nada se sabe de la música, que al final es lo que importa. El principal problema del acuerdo es que nadie lo cree. Las experiencias empíricas acumuladas sobre los incumplimientos previos del PSOE hablan por sí solas. De hecho, por no poder mostrar, el partido socialista ni siquiera tiene un contenido comparable con el entonces criticado pacto del Majestic, firmado por el PP y CiU en 1996. El copyright de hacer de la necesidad virtud no es de Sánchez, sino de Aznar. Fue un acuerdo que permitió eliminar a los gobernadores civiles y el servicio militar, desarrollar los Mossos d'Esquadra, reformar las leyes de puertos, del suelo y de costas, realizar cambios en financiación (30% del IRPF), etc. El currículum del PSOE en relación a Catalunya no presenta nada comparable en los últimos 40 años.

Salvador Illa iniciará su etapa como un presidente lastrado por la historia reciente, la de sí mismo y la de su partido. Le costará quitarse de encima ser el político del 155, que criticaba que no se hubiera aplicado antes este artículo y se manifestaba de la mano del PP, Ciudadanos y Vox. Un lastre francamente gigantesco para un presidente de la Generalitat. La situación es inédita y da vergüenza explicarla. El acuerdo firmado por el PSOE y ERC de momento necesita unas mayorías en el Parlamento central que no existen y un desarrollo ejecutivo que implica unos acuerdos entre el gobierno central y la Generalitat que, en la práctica, significa acuerdos entre Sánchez e Illa (155x2). No ser escéptico sobre los resultados de este acuerdo supone ubicarse en el terreno de la irracionalidad.

Será interesante ver qué estrategia y resultados pueden convencer a los ciudadanos de Catalunya de que ya no hablamos del presidente del 155. Naturalmente, esto no se resuelve con más retórica, sino con unos hechos constatables, cambios de gran importancia en los terrenos competenciales, simbólicos, de financiación, infraestructuras, inversiones, en la acción internacional, etc., que pongan la música a la letra del acuerdo. Y esto no se logra con un gobierno técnico, sino con políticos de primer nivel (que el PSC ahora no tiene).

En Catalunya no hay ninguna página que girar, sino unas inevitables acciones para que el país alcance un pleno reconocimiento nacional y un autogobierno o autodeterminación que sean congruentes con su carácter nacional en un mundo globalizado que está reformulando sus hegemonías.

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