El ministerio de Educación ha requerido a la conselleria homónima catalana que haga cinco modificaciones en el plan de estudios de bachillerato para adaptarlo a la Lomloe, la ley de educación española. Más que requerimientos, son órdenes de obligado cumplimiento. Y hay dos especialmente discutibles. La que se refiere a las literaturas catalana y castellana supondrá, en la práctica, que un alumno del bachillerato humanístico pueda graduarse cursando el mismo nivel de literatura que sus compañeros de otros itinerarios, como el científico. Es decir, con menor nivel del que hasta ahora estaba obligado a tener. La otra orden ministerial consiste en rebajar la importancia del TR, el trabajo de investigación, que hasta ahora suponía un reto y un trabajo autónomo de todos los alumnos catalanes, que debían elegir un tema y trabajarlo a fondo: como a estímulo, estaba el hecho de que contaba un 10% del total de la nota. Ahora ya no: contará como una asignatura más, lo que puede suponer que una parte de los estudiantes no se la cojan con tanto interés.
Son dos malas noticias para un universo, el de la educación secundaria, ya bastante castigado. En un contexto de resultados académicos a la baja, estas dos decisiones van en dirección contraria a la de subir el listón de exigencia y conocimiento. ¿Es consciente el ministerio? ¿Tan importante es hacer encajar, a toda costa, el currículo de los estudiantes catalanes en la normativa genérica estatal de la Lomloe? ¿Cómo piensa reaccionar la conselleria? ¿Piensa aceptar ese retroceso resignadamente? ¿No aspira a discutir y convencer a los técnicos ministeriales de tan poco recuerdo interferencia?
El TR se ha demostrado como una herramienta de creatividad y de motivación, muy asumida e integrada en las dinámicas de los centros de segundo de bachillerato catalanes. Es un trabajo que obliga a un esfuerzo importante, y que encamina a los futuros universitarios a entender el estudio como una aportación intelectual propia y los prepara para dar el salto hacia el mundo del estudio entendido como investigación. También implica una positiva y tutorial implicación de los profesores y, a menudo, de las familias. Algunos TR reciben merecidos premios y abren vocaciones. ¿Ahora vamos a perder todo esto?
En cuanto a la literatura para los alumnos de humanidades, tiene o debería tener un peso central. Sin necesidad de ponernos románticos, la lectura a fondo es crucial para la formación de cualquier persona, pero especialmente de alguien que aspira a realizar un grado universitario de letras. Como bien escribió el ensayista italiano Nuccio Ordine en La utilidad de lo inútil, la lectura literaria es una inyección de vida y de sabiduría: ayuda a pensar y entender el mundo ya pensarse a uno mismo en relación con los demás. Ofrece una comprensión lectora de alto nivel, da contexto y hondura, abre puertas a la imaginación ya la creatividad en todos los campos.
Estos requisitos ministeriales son incomprensibles, son un nuevo paso atrás que, una vez más, frustra a los docentes y los estudiantes más comprometidos. Una nueva mala noticia educativa que viene esta vez directamente de las autoridades educativas. ¿Nadie pondrá cordura para detenerlo?