En el Criaturas, que es un suplemento que siempre leeré, Catherine Pearson, con copyright del New York Times, escribe un artículo que lleva por título "El duelo silencioso de no ser abuelos".Nos presenta todo tipo de testimonios de gente –algunos de mi edad– que confiaban en “convertirse en la abuela cool” o al “transmitir recetas” y que tienen el “corazón roto” porque sus hijos no serán padres. Dice que no tener limpios es “un dolor que nuestra cultura tiende a no reconocer y del que la gente no sabe cómo hablar”.
Hombre, sinceramente, y admitiendo que seguro que a mí me daría mucha pena no tener limpios, no me parece exactamente lo mismo que querer ser padres. Quien quiere tener hijos, claro, dispone de varias opciones para salir adelante. Pero quien quiere tener nietos sólo tiene una: intentar hacer la rebanada a sus hijos para que le acaben haciendo caso. Los testigos de la pieza del ARA, cuando explican el supuesto luto, en ningún caso describen criaturas risueñas, bebés haciendo petarrenes, bebés durmiendo de forma angelical o niños haciendo la pipa. Hablan de sí mismos. Se describen como el abuelo enrollado y emblemático que ya no podrán ser pero no dudan de que serían. El duelo es, en realidad, porque las criaturas hipotéticas de sus hijos no les gozarán a ellos como abuelos.
De ninguna manera me enriquece de la pena que, sin duda, supongo que sentiría llegado el caso. La envidia de los demás, de los que van agobiados por culpa de esos hijos que te enchufan a los nietos cuando nosotros tenemos derecho a blabla... Oh, sí. Pero diría que no se puede llamar “luto” al sentimiento que tienes por algo que pudo ser y no será, porque no depende de ti. Si nos ponemos así, hay quien tiene un luto terrible por no haber tenido pareja. Y se imagina a sí mismo haciendo propuestas sexuales en lugares inesperados, y haciendo el payaso y discutiendo de arte. Y hay quien tiene un luto terrible por no haber sido guapo. Los no-abuelos de la pieza seguro que sienten este duelo. Pero no es silencioso. Ya se nota.