'El pensador', de Rodin.
10/05/2024
2 min

Ya sé que todo el mundo dice que lo de la jornada de reflexión está pasado de moda, que es ridículo, en la era de TikTok, no publicar encuestas para “no influirnos”. Ya sé que, en la era de las pantallas, que te dejen un día entero, el día antes, para reflexionar, es absurdo, porque no nos cerramos a pensar. Ya sé que ahora todo va muy rápido y que –lo demuestran las series– los no lectores, que son la mayoría, no mantienen su atención más de veinte minutos en la misma actividad.

Pero justamente hoy en día votar en nuestro país es un trabajo. Tienes que calcular quién votas para saber si habrá presupuestos o si resultará que tocarán nuevas elecciones, que a su vez nos llevarán a nuevas elecciones, que a su vez nos llevarán a nuevas elecciones, y así hasta el siglo ics, ics, palet, palito, que se llama ahora. Este que dijo que “no” a los presupuestos, ¿ahora dirá que sí? Este que jura que ningún patito de Ricarda será desahuciado ahora querrá hacerlo foie? Tienes que calcular si te dicen lo que te dicen por conveniencia. Tienes que pensar si las encuestas que hoy no puedes ver, pero que viste ayer, son interesadas. Por eso reclamo cinco días de reflexión. Debo poner post-it en la pizarra, dibujar flechas e interrogantes. Votar es más complicado que resolver los casos de asesinato del nuevo videojuego de Carles Porta. No votar no es una opción. Me prometí a mí misma que si Yahvé me obsequiaba con la no presidencia de mesa electoral, como ofrenda, votaría. Reclamo pues cinco días de fiesta, con todo pagado, para poder pensar.

Dirán ustedes que cinco días son demasiados. Y yo les diré que no. Pedro Sánchez se encerró cinco días en su puesto de trabajo, la Moncloa, para pensar si seguía o no seguía. Si él ha estado cinco días pensando si se queda, yo también necesito cinco días para saber si me quedo.

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