El regalo de Macron a Le Pen

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Emmanuel Macron, en la cumbre por la Paz en Ucrania del 15 de junio en Suiza. El presidente francés ha convocado elecciones legislativas en Francia tras la victoria de la extrema derecha en Francia en las europeas del 9-J.

1. Oportunidad. Cuando Francia se mueve, Europa se inquieta. La extrema derecha europea está adquiriendo un protagonismo superior al que le habían dado los resultados electorales gracias a la situación de Francia. No olvidemos que en el Parlamento Europeo conservadores, liberales y socialdemócratas mantienen una mayoría significativa. Pero Marine Le Pen está ocupando la escena mediática a toda máquina, gracias, en parte, al golpe de efecto que quiso dar el presidente Macron con una apresurada convocatoria electoral. ¿En qué pensaría? ¿Realmente creía que estaba a su alcance dar la vuelta a la situación volviendo a dar la palabra a los ciudadanos? ¿No era consciente de que el resultado más probable de su decisión sería la aceleración de la llegada al poder de Reagrupamiento Nacional? ¿Por qué dar ahora la oportunidad a la extrema derecha cuando podía esperar tres años perfectamente? ¿Realmente piensa que es más fácil frenar el paso a Le Pen jugándose la mayoría parlamentaria que con un plan de rectificación de errores y modificación de la estrategia con tres años de gobierno por delante?

El domingo 9 de junio, en Francia, como en toda Europa, se elegía a los miembros del Parlamento Europeo. Pero la Asamblea Nacional, el Parlamento francés, sobre el que el presidente ha construido su mayoría, no estaba en juego. ¿Por qué romper las cartas? Macron le ha hecho un regalo a Le Pen: le ha dado la oportunidad de llegar al poder ahora. Y se ha impuesto un castigo a sí mismo: el riesgo de tener que designar como primer ministro a quien proponga Reagrupamiento Nacional. Lo ha dicho el socialista Lionel Jospin, que fue el primer ministro de cohabitación con Jacques Chirac: que el presidente ofrezca a la RN la ocasión de gobernar "no es un acto responsable".

Le Pen va a toda máquina. Incluso ha tenido tiempo para acordarse de Puigdemont: ha dicho que no le dará espacio público en Francia si gana. Un gesto con un solo sentido: buscar la complicidad de las derechas europeas en un momento en el que ya se huele que, si lo necesitan, acabarán blanqueando a la extrema derecha. Y si Le Pen mira a España es porque sabe que el PP aquí ya gobierna con Vox donde le hace falta.

2. Provocación. El desconcierto que transmite Macron hace aún más delicada la situación. Si un presidente con una reputación intelectual y democrática incuestionable pierde el mundo de vista, ¿qué harán los demás? Lo que ha ocurrido en Francia no es un accidente; es una advertencia de cómo están las cosas en Europa. Y es grave que se caiga en la provocación. ¿Acaso no hay confianza en poder dar la vuelta a la situación? ¿Tenemos que asumir que poco a poco toda Europa se irá poniendo en sintonía con el autoritarismo posdemocrático?

En vez de ganar tiempo, lo que ha hecho Macron es regalarlo. En vez de trabajar la complicidad con las demás fuerzas democráticas para enderezar la situación, va directo a la batalla. ¿Qué puede haber visto para creer que el golpe de efecto tendrá premio? Los hechos dirán, y celebraría que Macron hubiera captado una oportunidad que yo no sé ver. Por el momento, al joven Gabriel Attal le tocará ser el jefe de turco de una derrota. Temprano en la llegada al poder, puede perderlo todo al primer pase.

Quedan quince días. Más allá de el esperpéntico espectáculo del republicano Éric Ciotti, que simplemente corrió demasiado anticipando el futuro –poniéndose en manos de la extrema derecha–, a la derecha republicana le costará encontrar el sitio entre la extrema derecha al alza y el macronismo a la baja. Y más en un momento en el que la derecha mediática –Europe 1, Paris Match, CNews, Journal du Dimanche y otros– está en manos de Vincent Bolloré, que hace tiempo que trabaja para la validación de Le Pen y los suyos. Al otro lado, la izquierda lleva tiempo fracturada en grupos y grupitos, condicionada por un personaje corrosivo como Mélenchon. Ahora han decidido sumar contra el enemigo: necesitarán sudar la camiseta para llegar unidos a fin de campaña, y solo son dos semanas. Que los ciudadanos tengan más sentido común que los que mandan.

En todo caso, cuesta entender que Macron prefiera correr el riesgo de pasar los tres últimos años de mandato en cohabitación con Jordan Bardella que apostar por una ampliación del gobierno liberal conservador y aprovechar el tiempo para recuperar todo lo que se ha perdido. Salvo que ya tenga decidido convocar elecciones presidenciales si Le Pen gana (y no está claro que Macron pudiera presentarse). Dos regalos sería ya un delirio.

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