Una manifestación del partido anti inmigración Alternativa por Alemania (AfD).
26/07/2024
3 min

Mi primer contacto con el nazismo fue la lectura del Diario de Anne Frank. La historia de esa niña, que tenía la misma edad que yo cuando leía su diario, es uno de los impactos más fuertes que recuerdo haber tenido a través de la lectura. Cuarenta años después, cuando pude visitar el museo Anne Frank en Amsterdam, me saltaron las lágrimas espontáneamente al ver una fotografía gigante, en la que destacaban los ojos oscuros, inteligentes, inocentes y enormes de la pequeña.

Pocos años después de haber leído a Anne Frank, ya entrada mi adolescencia, vi en televisión la serie Holocausto, protagonizada por una jovencísima Meryl Streep. Fue mi segundo encontronazo con el nazismo, más profundo y doloroso todavía. Había leído el diario de Anne Frank identificándome con una niña que tenía que vivir más de dos años escondida en un desván, pero no había entendido aún la magnitud de los hechos históricos que provocaron este hecho y su muerte en un campo de exterminio.

Holocausto me hace ser consciente de las dimensiones de la tragedia. Recuerdo que caí en una obsesión febril y leí todo lo que pude sobre este episodio histórico tenebroso. Más adelante, la ficción me ha ido ilustrando con películas como La lista de Schindler o la novela Tú no eres una madre como las demás, de Angelika Schrobsdorff, que recreaba la vida de su madre, desde los locos años veinte hasta el nazismo.

Ambientada en Berlín de antes de la guerra, la novela narra los años previos al nacimiento del nazismo y sorprende muchísimo constatar cómo la sociedad de la época no supo detectar la enormidad del peligro.

Cualquiera de los libros o películas sobre el nazismo me han suscitado, sobre todo, esta pregunta: ¿cómo puede que Europa, el mundo, tolerara un movimiento como éste, de una crueldad extrema? ¿Por qué no lo detuvieron o, en algunos casos, por qué simularon que no lo veían?

¿Cómo pudieron existir los campos de concentración y de exterminio? ¿Cómo pudo instalarse en el poder un régimen basado en el terror y la barbarie?

Este interrogante –confieso mi ingenuidad– siempre lo formulé dando por supuesto que esto nunca podría volver a ocurrir. Sólo podía asimilar el dolor que me provocaba si creía que se trataba de un fenómeno de extraordinaria brutalidad, derivado de una especie de alienación mental colectiva.

Pero estamos en el 2024, y en las últimas elecciones europeas la extrema derecha ha crecido en toda Europa, también en Alemania. El partido Alternativa para Alemania se convierte en la segunda fuerza más votada, pese al escándalo provocado cuando se supo que algunos de sus miembros habían participado, junto a empresarios y neonazis, en una reunión secreta en la que debatían un plan para expulsar ciudadanos con raíces extranjeras. Esta opción política ha sido la preferida por los votantes más jóvenes, entre 16 y 25 años.

El crecimiento de la extrema derecha, como sabéis, también es sostenido en Francia, Italia, Bélgica. Hace sólo unas semanas, los votantes franceses reaccionaron in extremis para evitar que los ultras xenófobos fueran la fuerza más votada. Sólo confío en que esta alegría no sea una flor de verano y que los europeos nos desvelemos decididamente contra la amenaza de repetir la historia.

Mi modestísima contribución, desde hace años, es regalar el Diario de Anne Frank a todos los adolescentes que tengo a mi alcance. Si lo leen, estoy segura de que se estremecerán igual que yo. Si le leen.

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