El juicio de la dana

Lo que representa Mazón

Mazón, en la comisión de la dana en el Congreso.jpg
17/11/2025
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Como una ameba cínica, el supuestamente dimitido presidente de la Generalitat Valenciana Carlos Mazón (quien día pasa en el cargo nómina y dietas empuja) quema comparecencia tras comparecencia con su ademán impávido, ofensivo. Por duros que sean los interrogatorios (los de Águeda Micó y Gabriel Rufián este lunes en la comisión del Congreso de los Diputados lo han sido), Mazón se mantiene imperturbable, sacudiéndose responsabilidades, con el pensamiento puesto en la comparecencia que le atemoriza de verdad: la que pueda tener que hacer declarando como si investigado, investigado durante un breve intervalo, de tener aforo. Ayer aparecieron nuevos detalles sobre el célebre almuerzo de El Ventorro que añaden motivos para la indignación: por un lado, cuando este almuerzo se produjo, el 29 de octubre de 2024, ya hacía días que Maribel Vilaplana había rechazado la dirección de À Punt; por tanto, el motivo y el contenido de la comida no era esta supuesta propuesta de cargo. Por otra, Mazón aduce que no contestó una llamada de la consellera porque "debía de llevar el móvil dentro de la mochila". Todo él es un insulto constante en la inteligencia.

Sin embargo, su actitud desvergonzada es la demostración de una idea bastante extendida en la política española –y valenciana, y catalana, y mallorquina– en el actual período democrático, los cincuenta años que se conmemoran esta semana. Esta idea es la de la política entendida como bicoca, como chamba, como premio conseguido sin esfuerzo, a la brava y porque sí. La idea de que ocupar un cargo público no es una exigente responsabilidad, sino una especie de lotería que a uno se le ha caído por haber sabido situarse y relacionarse bien dentro de un escenario político determinado. El cargo de presidente de la Generalitat Valenciana no sólo le viene gordo por todas partes a un individuo como Mazón: es que ni siquiera llega a comprender en qué consiste, qué compromiso conlleva, qué voluntad de servicio público es necesaria para llevarlo a cabo con dignidad. Por eso insiste una y otra vez que nada de lo que pasó tenía nada que ver con él y se escuda en los técnicos, en la Aemet, en la Confederación Hidrográfica del Júcar y en lo que convenga. Mazón estaba convencido de que ser presidente de la Generalitat Valenciana consistía en una fiesta continua de inauguraciones y actos públicos, de estrechas de manos y caras siempre sonrientes, de cortesías y conversaciones amables, de agradecidas intrigas de partido y, por supuesto, de almuerzos y cenas de lujo pagadas con dinero público.

La debilidad democrática es que todo esto no lo piensa sólo Mazón, sino una gran cantidad de personas, muchas de las cuales han ocupado, ocupan u ocuparán puestos de responsabilidad en los distintos niveles de la administración. Mazón nos hemos enterado porque su ineptitud y su barra han costado 229 vidas. Pero es razonable preguntarse cuántos parásitos viven inadvertidos, afortunadamente inocuos mientras no les corresponda afrontar ninguna decisión trascendente, en su paso por el gobierno de la nada publica.

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