En tu entorno hay arquitectos honrados que renuncian a proyectos especulativos que les darían ingresos generosos, médicas que no cambiarían el CAP del Raval por otro menos intenso, cocineras que nos alimentan honestamente y camareros que conocen el nombre y las manías de todos nosotros, gestoras públicas honestas que transforman el espacio común de la ciudad, editores que buscan libros como tesoros, periodistas capaces de homenajear en el momento de la muerte a los pianistas que nos han dado vida, niños que ayudan en la frutería de sus padres y aprenden de qué va la cosa, gente que sube las persianas muy muy temprano y otros que corren a coger el último metro. También hay promociones de jóvenes que se licencian con el futuro por estrenar y aplauden como si se hundiese la sala cuando su hermano coge en brazos para sentarlo en la silla de ruedas a un licenciado con grave discapacidad a punto de recoger su diploma. Hay familias que lo luchan y profesores que lo hacen posible. También hay empresarios conscientes y científicos que investigan, señoras que limpian y cuidan a nuestros abuelos como si fueran suyos, y todos ellos están calculando cuánto deben pagar a Hacienda.
Obviamente también hay gente que vive en un trastero, traficantes de droga y un ruido político que amenaza con asfixiarnos con tramas de políticos y constructores corruptos, puteros y miles de horas de grabación. El barrizal político es tal que nos amenaza el estado de ánimo y muchos ciudadanos tienen la tentación de huir de la política o dosificar la información sobre el detalle de la profundidad y la pestilencia de la cosa.
La corrupción política es siempre una amenaza. De hecho, un breve repaso permite hacer una lista impactante. El caso Gürtel, una trama de comisiones y sobornos vinculada al PP que implicó a su cúpula y por la que se defraudaron unos120 millones de euros; el caso de los ERE de Andalucía, en los que el PSOE permitió el desvío de 680 millones de euros en ayudas públicas fraudulentas; el caso Palau, en el que Convergència Democràtica de Catalunya cobró comisiones ilegales a través del Palau de la Música, con un fraude estimado de 6,6 millones de euros; el caso Púnica, una red de corrupción asociada al PP que movió a unos 250 millones de euros en contratos fraudulentos; el caso Nóos, que afectó a la casa real y al PP balear, con el desvío de unos 6 millones de euros por parte de Iñaki Urdangarin, y el caso Kitchen, un operativo ilegal desde el ministerio del Interior para espiar al extesorero del PP y obstruir la justicia, con fondos reservados públicos malversados.
La corrupción en España ha empezado históricamente por la Corona. No olvidemos al rey emérito Juan Carlos I. En el ámbito económico, se vinculó su nombre al cobro de comisiones ilegales por la adjudicación del tren de alta velocidad en La Meca, con un ingreso de 65 millones de euros en una cuenta opaca en Suiza a través de la fundación Lucum. También se descubrieron varias cuentas y estructuras en paraísos fiscales, como la fundación Zagatka, que financiaba gastos lujosos como vuelos privados. Para evitar problemas judiciales, Juan Carlos hizo dos regularizaciones fiscales por valor de más de 5 millones de euros, reconociendo que había ocultado ingresos y taponando la acción de la justicia. Las investigaciones abiertas tanto en España como en Suiza fueron archivadas y se marchó al exilio a los Emiratos Árabes en el 2020.
La España corrupta no solo significa grandes pérdidas económicas, sino que erosiona profundamente la confianza ciudadana en las instituciones democráticas, y eso tiene consecuencias. También afecta a la confianza en el futuro. Este es el gran delito: alejar a los ciudadanos del interés y la confianza en la gestión honesta de lo público, del interés por la información y la exigencia de responsabilidades de manera honrada. El ambiente de corrupción y el "todos son iguales" alimenta el cinismo y la corrupción a cualquier escala. La pérdida de confianza en los gestores de hoy alimenta a la extrema derecha mañana, y que "la vida iba en serio" ya lo aprendimos leyendo a Gil de Biedma. La crisis del PSOE tiene a la política española colgando de un hilo, esperando audios y las declaraciones de tres personajillos que permitan perimetrar el límite de daños. Hoy ya nadie pone la mano al fuego por nadie y la extrema derecha se frota las manos. La derecha llegará al gobierno en un momento u otro acompañada de la extrema derecha y tenemos los ejemplos de sus políticas en Baleares y el País Valenciano. Mientras, por suerte todavía habrá gente intentando hacer bien las cosas y respetando la democracia confiando en ella. Periodistas incluidos. Buena verbena.