La familia, ya sabemos, es materia literaria de primera calidad, incluso diría que es una inspiración inevitable. La familia nos ha hecho como somos, en buena parte, y nos hace ver el mundo de una determinada manera, a veces para seguir la línea que nos viene marcada, a veces para huir o ir contra ella.
He disfrutado dos obras estos días que vuelven a dar vueltas sobre este tema inagotable que es la familia. En Romería, la directora Carla Simón recrea y evidentemente ficciona su búsqueda de la familia paterna, que no conoció. La película completa la trilogía formada por Verano 1993 y Alcarràs sobre sus orígenes familiares. En El cumpleaños (Periscopio/Anagrama), el novelista italiano Andrea Bajani plantea y justifica la opción del protagonista de renunciar a su familia, que durante años le ha secuestrado emocionalmente.
En ambos casos tiene mucho sentido la pregunta que Romería plantea abiertamente: ¿tener la misma sangre te hace ser familia?
Tengo clara la respuesta en sentido negativo, como nos demuestran tantísimas adopciones: no hace falta tener la misma sangre para ser familia. Pero también es interesante tratar de encontrar la respuesta al planteamiento de Carla Simón y de Andrea Bajani. Puede que la sangre sea el único que te ate a unas personas que no te aman ni te hacen bien. ¿Tiene entonces algún sentido esforzarse por mantener este vínculo?
El protagonista de El cumpleaños responde con un no rotundo. De hecho, la novela comienza cuando hace diez años que este hijo no tiene –por decisión propia– relación con sus padres. La novela nos explica –y bien explicado– el porqué.
La protagonista de Romería no tiene, ni mucho menos, una actitud tan contundente. La voz de Carla Simón siempre está llena de matices, dudas y contradicciones (por eso me gusta tanto). La llamada de la sangre es la fuerza de la narración, pero la joven Marina vivirá importantes decepciones.
Hay un elemento a tener en cuenta: la historia de Romería está inspirada en la propia historia de la directora, que creció sin tener contacto alguno con su padre –que murió de sida– ni con su familia. No hay nada que me haga pensar que El cumpleaños tenga nada que ver con la historia familiar de Bajani. Quizás, y sólo quizás, las certezas son más fáciles cuando se trata de ficción.
La novela de Bajani –premio Strega– ha provocado bastante polémica en Italia. El propio autor reconoció en una entrevista en el programa La selva de TV3 que para un italiano es muy difícil desmantelar la institución en la que se basa la sociedad de su país. Pero esto parece exactamente lo que se proponía Andrea Bajani.
La mirada de Carla Simón, en cambio, se acerca a la familia desde la memoria personal y con una historia muy singular. Sin embargo, los interrogantes que plantea son universales: ¿seríamos la misma persona si nos hubiera criado a otra familia?
En definitiva, Romería y El cumpleaños son alegados contra la violencia. Contra la violencia machista, contra la violencia del silencio y del clasismo, contra la violencia enterrada dentro del núcleo familiar.
Ambas obras están recibiendo premios y elogios bien merecidos y, de alguna manera, nos confirman que la familia –aunque sea con su cara más oscura– es una fuente de inspiración colosal.