De las estampas de santos pasamos a los cromos de futbolistas y después vinieron los pósters de cantantes, actores y actrices. Más modernamente, la estampa ha vuelto a nuestros bolsillos, pero no en la cartera sino en el móvil, claro, en forma de cuenta de Instagram del personaje en cuestión. La necesidad de poseer la imagen del ídolo no se ha perdido sino que se ha transformado. sus manos han creado una nueva imagen para el culto popular. Nos definen nuestras devociones, y ver a una chica de Sant Pere de Ribes convertida en mejor futbolista del mundo crea un deseo de adhesión hacia su figura y, en el caso de las jóvenes, la aspiración de emularla.
Messi, tras incontables milagros, ha pronunciado un sermón de inicio de retirada del templo futbolístico. Ha hablado del cariño por el club que le ha hecho mayor y el deseo de poder volver algún día a vivir entre nosotros ya decirnos otro adiós serenamente, que decía el cantautor. Será la canonización definitiva. Supongo que pronto le veremos en otra estampa para guardar, con las ocho Pelotas de Oro.
En esta competición de imágenes, el poder político siempre perderá. Las monarquías deben servirse de la moda, de los restos de magia que todavía mueven, de la doctrina de supuesta continuidad y permanencia del estado que encarnan por la vía del relieve generacional, de los álbumes de fotos familiares donde comprobamos que los niños se van haciendo mayores. Leonor aspira a un retrato oficial que queda muy lejos de la estampa, porque más allá del título que ha jurado, todavía no ha ganado nada.
