Quien sea nos roba

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Quién sea nos roba

Spaiñ. Siempre he estado en contra de la sustitución del término España por estado español, una práctica que en ciertos medios de comunicación catalanes lleva a extremos ridículos, como por ejemplo hablar de “la previsión meteorológica del Estado”. España es un término político desde hace siglos (a pesar de que todavía con Felipe V se decía, a menudo, “las Españas”, haciendo honor a su pasado de monarquía compuesta), y además designa, desde hace milenios, una realidad geográfica (mutilada desde la independencia de Portugal). Se tiene que entender, sin embargo, que en casa nuestra el topónimo y el gentilicio se interpreten de forma política, porque en Catalunya nos ha tocado mamar grandes cantidades de españolidad sentimental y, sobre todo, excluyente. Se puede formar parte del Estado manteniendo la identidad catalana; pero cuando España entra por la puerta la plurinacionalidad salta por la ventana. El último ejemplo, en el pabellón español del Mobile World Congress, presidido por un enorme letrero con la palabra Spaiñ, con la ñ castellana que desespañoliza a todos los catalanoparlantes.

Eurocopa. Pero, a pesar de todo, creo que es mejor usar la palabra España en el lenguaje general. Camuflar un topónimo para negar la realidad es algo infantil; ya lo era cuando el régimen franquista hablaba de las Vascongadas o la región levantina. Nosotros no podemos pretender que España no es real por el solo hecho de decir el Estado. Dicho esto, en la España de matriz castellana cae demasiado a menudo en el error contrario, es decir, tomar la parte por el todo, como cuando los periódicos dicen que “España se clasifica brillantemente para las semifinales de la Eurocopa”. Esta metonimia tan habitual en el terreno deportivo, donde los jefes de estado ven partidos desde el palco y escuchan sus himnos con ademán grave, está plenamente aceptada y celebrada. Una tanda de penaltis se transforma en un pleito nacional. Esto vale para la selección de fútbol, pero también para el sector público: los españoles leen orgullosos que España vacuna a buen ritmo, o que España ha aumentado la inversión en I+D... Cuando el Estado hace las cosas bien, el mérito es de España. ¿Pero qué pasa cuando el Estado nos da vergüenza?

Robo. Por ejemplo: cuando el Tribunal de Cuentas reclama una milionada a ex altos cargos independentistas, de manera totalmente abusiva, e incluso mafiosa, ¿podemos decir que España nos roba? Teóricamente no, claro, porque a pesar de que el robo es incontestable, España está llena de buena gente y además es el país de Lorca y Machado (dos poetas a quienes entre todos estamos gastando el nombre). Pero el Tribunal de Cuentas está integrado por representantes del Congreso y del Senado, es decir, de la soberanía popular. Mientras que los miembros de la selección de fútbol los ha elegido Luis Enrique. ¿Quién representa mejor a España? Cuando la justicia española encierra a los líderes independentistas en prisión, cuando mantiene políticos en el exilio y procesa a centenares de personas por haber colaborado con el 1 de Octubre, lo hace con un anchísimo apoyo de la sociedad española. Lo dicen los resultados electorales y también las encuestas. ¿Podemos decir, pues, que España reprime al independentismo? ¿O esto es muy ofensivo? ¿Es solo el Estado, quien reprime? ¿O ni siquiera el Estado, sino el deep state, este gran chivo expiatorio que tan útil le resulta al PSOE? En este caso, tendrían razón los dirigentes de Podemos, y hay en España una mayoría republicana, progresista, plural, tolerante, que espera acurrucada el momento de salir a la superficie y expresarnos su solidaridad. Ojalá. Pero mientras esperamos la buena notícia, es obligado decir que nos están robando y que nos están reprimiendo. Lo hacen unos cuántos con el apoyo de muchos y con el silencio cómplice de muchos más. Si este sujeto elidido es España o es el Estado, o una parte del Estado que va por libre, lo dejo a criterio del lector.

Toni Soler es periodista.

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